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viernes, abril 26, 2024

No todo está tan malo

Por Carlos Alvarenga

Será trillado, pero no está demás decir que no todo está tan malo en Honduras.

Hace uno días murió una de las periodistas más comprometidas con su profesión, pero, sobre todo, con la defensa al medio ambiente, me refiero a Lolita Valenzuela.

Su legado ha dejado una huella profunda, tanto así que han sido abundantes los panegíricos a su memoria la cual será inmortal; quedará colgada en la galería de los nuevos próceres lo cuales no buscan sustituir a los originales, sino ampliar el álbum de nuestros héroes que han amado nuestra patria hasta la muerte.

Recientemente, la presidenta de la República galardonó a Teófimo López y a la científica María Elena Botazzi, no solo porque honor a quien honor merece, sino porque ellos nos recuerdan lo grande que podemos ser, ¡hondureños! Los encontramos a diario en las calles, oficinas, empresas.

No todo es malo en el presente Gobierno, de hecho, y eso me motivó a escribir este artículo, me llevé una enorme y satisfactoria sorpresa en la sede central del Registro Nacional de las Personas en Tegucigalpa.

Con el anterior Gobierno, las dos colas que se hacían, aparte de largas, insufribles, nadie ponía orden, se metía cualquiera, los coyotes -que siempre aparecen- alquilaban los puestos cuando los de atrás teníamos una, dos, tres y hasta cuatro horas esperando. No había un tan solo rótulo que indicara en qué línea había que ubicarse según el trámite que uno llegara a hacer. ¡Espantoso!

La semana pasada me tocó ir a pedir unas actas de nacimiento y un acta de matrimonio. Fui con un espanto en mi psiquis que me paralizaba, pero, al llegar… no había cola, no había coyotes, no había desórdenes. La entrada despejada, las ventanillas ordenadas, todo rotulado, sin problemas realicé mi trámite en menos de media hora y eso que todavía tuve que salir a pagar a un banco cercano. Genial.

Lo que más me agradó fue la amabilidad del personal, pero eso no es tanto como el conocimiento que reflejaban. Fue tan buena, eficiente, efectiva toda la diligencia que salí con una gran sonrisa.

Otro día, de la misma semana pasada, fui a una de las torres del Centro Cívico Gubernamental a asistir legalmente a una clienta que está amenazada con un despido indirecto. Específicamente a la oficina de Inspectoría de Trabajo. Llegué temprano, a las 8:00 de la mañana, y en el “lobby” había un amontonamiento de empleados queriendo subir por los ascensores. Mejor me esperé. Cuando al fin pude entrar me di cuenta que solo son cuatro ascensores, pero dos de ellos no son para los empleados… son para los funcionarios que no quieren rozarse con la “chancla obrera” (como decía el cómico mexicano Luis de Alba en su personaje de El Pirrurris).

Me enojé tanto por la evidente insensatez de una decisión arbitraria, típica del acomplejado al que le dan unos gramos de poder. Cuando reclamé me dijeron: “Abogado, eso fue en el anterior Gobierno, hoy ya todos se pueden subir allí”.

Los botones de los ascensores están cubiertos por una tapadera de plástico con un cerrojo, un llavín, que solo los funcionarios pueden abrir, apretar el botón de llamada del ascensor y volver a cerrarlo, pero, aunque aún no han quitado esa insultante tapadera, me dice la gente que trabaja allí, que ahora sí puede subir cualquier persona, sobre todo los empleados.

¿Qué parte del cerebro de los funcionarios del anterior Gobierno adormecido por los sahumerios del poder le hizo tomar tan antidemocrática decisión? ¿De dónde acá se les ocurrió que eran los dueños de esa torre? ¿Por qué se creyeron los Donald Trump del CCG?

Sin duda este Gobierno, aunque sean solo siete meses, tiene un déficit con nuestras expectativas, pero pequeñas cosas abren un resquicio de esperanza que pueda ser un buen Gobierno; un Gobierno que no destruya a la empresa privada, pero que proteja y potencie a los que no tienen los medios de producción en sus manos.  Un Gobierno que no quiera concentrar el poder y convertirse en una Nicaragua orteguista.

Esperemos que no quede solo en estas pequeñas cosas buenas, si bien superficiales, pero apreciables. Hay mucho que hacer, esperemos que se vaya por el buen camino.

 

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