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lunes, mayo 6, 2024

Aves de rapiña metálicas (2)

Creo que el título podría servir para una película de monstruos, al estilo de Godzilla o King Kong pero, me temo, que las aves metálicas a que me refiero son monstruos más descarnados y terribles.

Hace algunos años, las líneas aéreas luchaban por conseguir clientes y su principal mensaje era el servicio a bordo.

Recuerdo aquella que ofrecía un menú de hasta tres platillos para que el cliente escogiera el de su preferencia y, aunque la comida en los aviones nunca ha sido de cinco estrellas, el servicio y deseo de ganar clientes era excelente.

Las bebidas eran libres, lo que algunos aprovechaban para iniciar parrandas que continuarían en el lugar de destino, agua, gaseosas, café caliente, también se ofrecían como parte del servicio.

Proyectaban películas gratis o a muy bajo costo, a veces vendían los audífonos a veces eran de cortesía.

Otro punto de venta era el espacio entre asientos, mayor amplitud y comodidad para los viajeros.

Si por alguna eventualidad uno necesitaba cancelar su vuelo o modificar la fecha, todo era rápido y sin costo.

Poco a poco las alas de los aviones se fueron convirtiendo en garras, las líneas aéreas se transformaron en empresas ambiciosas dispuestas a sacarle hasta el último centavo a sus clientes y, debo decirlo con claridad, sin ninguna vergüenza.

Nuestro país, desgraciadamente, ha caído en las pezuñas del monopolio, dos líneas sangran a sus favorecedores, especialmente en los vuelos centroamericanos, que ofrecen los más terribles e incómodos horarios y los precios generalmente más altos.

Nada ahora es gratis.

Maletas en cabina o en bodega un costo adicional, selección de asientos, cambio de fecha de vuelo, una penalidad a veces equivalente al precio del mismo boleto, un vaso de agua, hasta 4 dolores, golosinas o sandwiches miserables, hasta 8 y 10 dolores.

No hay películas, los aviones de esas dos líneas ni siquiera tienen pantallas y hay que pagar por todo.

Se ha rumorado que están estudiando la posibilidad de fijar el precio de los boletos dependiendo del peso corporal del pasajero y tampoco me extrañaría que pronto empiecen a cargar un costo extra por el uso de las instalaciones sanitarias.

¿Qué pasó con ellas? ¿Cómo fue que empresas de servicio de transporte se convirtieron en lo que son ahora: aves de rapiña metálicas?

Todo tiene que ver, en mi opinión, con el monopolio u oligopolio que ejercen, al menos en las rutas centroamericanas, esas dos líneas aéreas que tienen al pasajero en sus garras y no existe manera de una posible liberación.

Sin embargo, hay algunas cosas en las que el Gobierno podría ayudar a los ciudadanos, por ejemplo, legislando para prohibir la venta de boletos “no reembolsables” y, también sobre eso, que las penalidades por cambio de fecha no sean tan altas (hasta 150 dolores a veces).

No veo otra razón -excepto el desinterés por los ciudadanos y el abuso que se hace de ellos- para que el Gobierno no intervenga, tal y como a veces lo hace con empresas abusivas menos monopólicas.

Todas las líneas aéreas necesitan el permiso y consentimiento de cada nación soberana para explotar su mercado, Honduras ha otorgado permiso a todas las que vienen, por lo tanto, el Gobierno tiene la sartén por el mango en caso de que alguien se decida a proteger a su gente… si de verdad le importara.

Conozco, al menos, un caso puntual en que la línea aérea, de alguna manera extraña, adelantó dos horas un vuelo de un momento a otro y los pasajeros que llegaron puntualmente al horario original perdieron el costo total de sus boletos. Digo, de alguna manera extraña, pues generalmente los vuelos se retrasan, nunca se adelantan.

¿Reclamos? ¿A quién?  A un programa robot que desde el anonimato y frialdad de una computadora responde mecánicamente sin ofrecer soluciones a favor del pasajero y, tan cruelmente como los monstruos de película, destripan a sus víctimas, esos robots hacen lo que les da la gana a sus directores, sin mostrar piedad por sus clientes.

Las líneas aéreas son o eran empresas de servicio, convertidas ahora en chupasangres que, sin ningún decoro, hacen impunemente lo que les place.

El Gobierno, que constantemente demuestra sus deseos de tener resonancia a nivel mundial, está perfectamente en capacidad (además de obligación) de estudiar todos esos abusos, escuchar todas las quejas y, dentro de sus atribuciones, también ofrecer soluciones.

¿Quieren hacerse una idea de lo que siente y piensa la gente?

Utilicen las redes sociales, abran una página para que las víctimas de esos abusos opinen y verán lo que pasa.

Mientras tanto, ni el Chapulín Colorado nos puede ayudar.

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