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jueves, abril 18, 2024

Moral y deudas

Cualquier consideración filosófica de la política de la deuda tal vez deba comenzar con el hecho de que toda la retórica de la deuda, deber y pagar las propias deudas, es a la vez un vocabulario moral y económico. Este punto está relacionado, pero opuesto, al conocido argumento de Nietzsche en la Genealogía de la moral. Mientras que Nietzsche argumentaba que la moralidad, la culpa, era simplemente una deuda, un pago en sufrimiento por aquellos que no podían pagar el precio, un examen de la deuda revela hasta qué punto el pago de las propias deudas, el pago de las cuentas, es un imperativo moral tanto como una relación económica.

Incluso desde el punto de vista de la teoría económica estándar, postular la deuda como una especie de deber moral, como algo de lo que nunca se puede prescindir, va en contra no solo de la justificación del interés, que supuestamente es una compensación basada en el riesgo, sino el inmenso aparato dedicado a la evaluación del riesgo, discerniendo el riesgo bueno y el malo. La idea de pagar las propias deudas no es otra cosa que una idea moral, y la idea de una obligación moral absoluta transpuesta al ámbito de la economía. Se podría considerar que esta moralidad es servil, ya que hace que todos paguen su hipoteca por una casa que está bajo el agua y paguen sus préstamos estudiantiles sin siquiera obtener el trabajo prometido por tal educación. Parecería entonces que la tarea política consiste simplemente en separar la moralidad de la obligación de la economía de la deuda. El nudo es un poco más enredado que simplemente dejar de lado el lenguaje de la deuda por completo, ya que la deuda es la forma predominante de expresar las obligaciones sociales. Se ha argumentado que la prehistoria de la deuda, la prehistoria que explica la etimología de economía y moralidad, se basa en las obligaciones que sustentan a la sociedad, entre padres e hijos, esposos y esposas, etc. Sin embargo, estas obligaciones no fueron monetizadas. Para tomar un ejemplo contemporáneo, tenemos una deuda con nuestros padres, pero nunca podríamos pagarla con un cheque, o hacerlo parecería ofensivo. Durante mucho tiempo estas deudas no monetizadas sustentaron las relaciones sociales y los individuos. La historia reciente de la deuda es aquella en la que esta dependencia, al menos parcialmente reconocida en términos de derechos sociales, derechos a la educación, cuidados, etc., se han convertido en deudas sociales, derechos, que a su vez son privatizados e individualizados. Las principales fuentes de deuda son la educación, la vivienda y la atención médica, son expresiones de necesidad, nuestra falta radical de autosuficiencia como seres humanos. Desatar el nudo de la economía y la moralidad no es solo una cuestión de desechar el lenguaje de la deuda, sino de sustraer la dependencia de la economía de la deuda o la economía humana de la deuda.

¿Cómo se hace esto? ¿Cómo es posible trazar una línea entre la economía y la moral? No se trata solo de palabras, de las mismas palabras para deuda y obligación, sino de la interrelación de diferentes prácticas y comportamientos, del modo de producción y del modo de sujeción.

EditorialMoral y deudas

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