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jueves, abril 25, 2024

Mujeres que aman demasiado

Cuando Juana de Castilla recibió la noticia de la muerte de su esposo, enloqueció. Si estos sucesos se hubiesen dado en estos tiempos probablemente se le hubiera diagnosticado histeria, estrés postraumático o depresión, recomendado psicoterapia o algún ansiolítico. En el siglo XVI las cosas funcionaban diferente y lo que se decretó para su “mal” fue encierro.  Juana fue una niña insegura criada por una madre controladora y fanática religiosa. Al casarse, se aferró Felipe buscando seguridad, entonces al desaparecer él, ella desfalleció permitiéndose entrar en un oscuro mundo del cual no salió. Fue confinada a una especie de celda en lo alto de un castillo. Por convenientes razones, primero su padre y luego su hijo, la mantuvieron en ese lugar por cuarenta y seis años, hasta su muerte. Y luego el mundo la conocería con el infame sobrenombre de Juana La Loca.

La de Liz Taylor y Richard Burton fue conocida como la historia de amor más intensa del siglo XX. Cuando se enamoraron en el set de Cleopatra, ambos estaban casados, ella por cuarta vez. Él era muy atractivo, inteligente y divertido, un mujeriego empedernido. Su esposa Sybil había abandonado su carrera para estar con él y criar a sus dos hijas, perdonaba sus infidelidades asegurando que él no la dejaría, pero Elizabeth apareció en escena y Richard desapareció de la vida de Sybil. La pareja causó muchos escándalos con ese amor. La Taylor abandonó a su esposo Eddie, sucumbió a las fiestas y al alcohol. Dejó su carrera por mucho tiempo para apoyar la de Richard, se deprimió por el alcoholismo de su esposo y luego por el de ella, aquello era una catástrofe, hasta que él la dejó por otra mujer, Suzy Hunt, quien le ayudó a recuperarse y salir de sus tormentos. Liz se divorció de él tuvo otras relaciones, no pudo olvidar a Richard, se encontraron de nuevo ¡y se volvieron a casar!, y a divorciar, porque él la abandonó de nuevo. No pudo soportar el caos que era aquella vida. “Quizás nos hayamos amado demasiado”, declararía Burton más tarde.

A estas alturas, todos conocemos el amor desmedido de Frida Kahlo por Diego Rivera, once años mayor que ella. Un amor que permitió todas las infidelidades imaginables hasta que el objeto de una de ellas fue Cristina, la hermana de la pintora. Pero la historia no terminó ahí. Comenzaron una relación abierta que luego ninguno de los dos soportó. Terminaron divorciándose solo para casarse de nuevo unos años más tarde. Frida murió sintiéndose muy desdichada (sus escritos lo revelan) mientras que Diego se casó al año siguiente de enviudar.

Cuando conoció a Aristóteles Onassis, María Callas, de 36 años, perdió la cabeza, abandonó toda la vida que había conocido hasta entonces, amigos, país, carrera, esposo incluido. Hasta su larga melena padeció las consecuencias de aquella pasión por el magnate griego. Ocho años duró su enajenación y devoción y solo terminó cuando se dio cuenta por los diarios que su amado Ari se casaría con la no tan devota Jackie Kennedy, quien a su vez lo abandonó cuando tuvo la primera oportunidad.

Por un momento pudiéramos pensar que estas mujeres existen únicamente en el loco mundo del arte, la monarquía y la farándula, pero no es cierto. Usted y yo y todos, conocemos a alguna mujer talentosa, inteligente, íntegra y bella que decidió no darse cuenta de todos esos atributos y entregarse por completo a otra persona, olvidándose de sí misma. Todos conocemos a alguna de esas mujeres… mujeres que aman demasiado.

 

Emy James
Emy James
Emy James, psicóloga y Máster en Educación, escritora a nivel profesional. Trabaja en teatro y radio y es también docente.
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