Ha pasado otro proceso de la Selección Sub-20 y, aunque la gente se pone muy emotiva, no es consintiendo derrotas tras derrotas, fracasos tras fracasos como las cosas se mejoran.
A los hondureños, al menos a la mayoría, nos corre el fútbol por la sangre. Comemos, respiramos, soñamos fútbol y cuando vemos que un país más pequeño que Honduras, sin tradición futbolera como la nuestra, deja en el camino a Brasil en un Mundial Sub-20 sudamericano (me refiero a Israel, que participaba por primera vez en un Mundial de cualquier categoría) y llega hasta la semifinal, uno se pregunta, ¿cuándo alguna de nuestras selecciones?
Los años 90 y principios de los 2000 parecía que la H al fin alzaría el vuelo como potencia americana por los buenos resultados honrosos y vistosos en Copa América, Copa de Oro y las eliminatorias de FIFA. Lo que antes era un dolor de cabeza (ganarle al Tri), empezó a ser algo común, y no se diga pisotear a las selecciones salvadoreña, o nicaragüense, bueno, si hasta a la Selección tica se le fue a humillar con cuatro goles en contra en su propia casa por aquellas épocas.
No sé qué pasó, pero, después de las eliminatorias hacia Sudáfrica 2010, en las cuales (si la memoria no me es infiel) no se perdió un tan solo punto en casa, desde allí, todo ha venido cayendo en picada.
Con raras excepciones las selecciones menores han hecho algo honroso, pero quedamos marcados mortalmente en la historia por culpa del monstruo de Erling Haaland y sus humillantes 9 goles (solo él), de un total de 12.
Como amante del futbol hondureño, como apasionado de nuestro deporte rey, no puedo sino sacar todo esto de mi mente para compartirlo con ustedes sobre todo ahora que los Potros del Olancho nos dejó con la boca abierta a propios y extraños. «Hay esperanza», me dije a mí mismo. Sí, hay esperanza que el fútbol catracho retome la senda hacia la grandeza a la cual renunció en el Cuscatlán en octubre del 2009.
El Olanchano dio muestra de buen fútbol, de pundonor, de orgullo propio. Como club, como organización deportiva, se estructuró bien y como timonel pusieron a un entrenador humilde y buen estratega que, sin la soberbia y bravuconería de algunos exhibicionistas, llorones y hasta malcriados, no solo hizo historia llevando a un recién ascendido hasta la final, sino en haber realizado la mejor final del fútbol hondureño que yo recuerde en años, muchos años. ¿Por qué esto?
No lo sé, pero hay una cosa que sí es cierto, ¿por qué los otros equipos dizque grandes, al llegar a la final, no han dado un espectáculo -ni la mitad de bueno- que el que dieron los Potros? ¿Por qué el Motagua, el Real España, el Marathón, al llegar a finales o semifinales, realizan juegos tan deslucidos, raquíticos, anoréxicos, artríticos? Equipos que hacen un buen campeonato… en las últimas de cambio se apachurran y desinflan. Tampoco tengo una respuesta a esto.
Es digno de analizar el porqué, en la medida que el más grande equipo de fútbol de toda la historia del balompié nacional, el equipo con más seguidores a lo largo y ancho de la nación y más allá de las fronteras patrias, los blancos del Olimpia, los leones indomables, el Rey de Copas, por qué en la medida que hace más grande su historia… el fútbol hondureño se desluce más y más tanto adentro como a fuera del territorio.
La última eliminatoria en la que participó la H fue vergonzosa y en lo que respecta a los equipos, solo el Real España y el Olimpia han logrado hacer respetar la “localía”, pero al jugar de visita, sucumben, y en el caso de Olimpia, el todopoderoso Olimpia, cae derrotado, y la última vez, con una remontada humillante. Ni se diga el Motagua, el segundo en copas, el Mimado, que mejor debería quedarse en casa.
El Olimpia, sin duda, ha hecho lo que ninguno de los otros equipos hizo: convertirse en una verdadera empresa deportiva, pero me preocupa que en la medida que crece, hasta la Bicolor se desmorona. ¿Por qué el Olimpia no logra proporcionar a la Selección Nacional una base de jugadores sólida, armoniosa y exitosa? No lo sé.
