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martes, mayo 7, 2024

MATALASCALLANDO: Inteligencia artificial

“Cuando los ordenadores tomen el control, puede que no lo recuperemos. Sobreviviremos según su capricho. Con suerte, decidirán mantenernos como mascotas”. Marvin Minsky, cofundador del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Massachusetts.

Ing. Carlos Mata
[email protected]  

En un lugar (de cuyo nombre no me acuerdo) refundido, tierra allende adentro, justo en las pampas, había un mozalbete llamado Memito Chanfaina (de la dinastía de los Chanfaina de allá por…), que iba creciendo en tamaño, pero no tanto en datos, conocimientos y peor en sabiduría. Era redondo como balín para aprender a cerrar el círculo de la letra “O” en primer grado y ya el cipote tendría sus 11 años y decidieron mejor promoverlo a segundo grado. Su verdadera vocación recién la descubrió cuando ya por su edad le asaltó una tormenta de hormonas.

Con el paso del tiempo armó una especie de laboratorio donde metía un sinfín de computadoras ya que sabía que se les podía meter a las máquinas esas algún sistema que permitiera que entendieran los chistes de los humanos. Como resultado de sus amplios experimentos donde no faltaban las explosiones y uno que otro incendio, al final logró armar un robot que era capaz de entender nuestro humor. ¡Eureka!, exclamó el muchachote que estaba perdiendo buenos partidos para mandar a llamar a su descendencia por la pasión que tenía por esos armatostes.

En una de esas el papá se lo llevó de paseo a una hacienda de unas vecinas para ver si Cupido les hacía el favor flechando al apasionado de las máquinas frías. Llegaron pues a la hacienda de “los Tres Brincos” (después de andar a caballo por cuatro horas), así le puso el potencial suegro ya que tenía tres hijas muy hermosas, y la doña le decía al pobre viejo que ese era el nombre que quería para su patrimonio, dadas algunas dificultades, ejem… usted me entiende.

Ahí nomás el joven computarizado cayó en ensueño al conocer a Adelita, la “de en medio”, de todas ellas, aunque era bizca le asombraba su capacidad para retener números y ya la vio como esposa para que le ayudara a armar su proyecto de vida en sus laboratorios, y ese sueño era enviar a su robot chistoso a la Luna y buscar entablar comunicación con los extraterrestres que él estaba seguro que allí vivían.

Al final se casaron y se fueron a vivir al norte, cerca de la playa donde compraron un terreno al cual llamaron Cabo Platanito y desde allí iban a lanzar un cohete con el mentado robot. Ella se afanaba por la decoración de la cabina de mando, pero él le decía que no era necesario ya que era un robot el tripulante y no era necesario. ¡Vos no entendés de eso, Memito!, van a venir hasta los de CNN a reportear, Canal 6 y los demás. Pero Memito no accedía.

Al final llegó el día del lanzamiento, había buen clima, la nave estaba lista, los parámetros bien calibrados e inició la cuenta regresiva con alta tensión nerviosa y los morenales de ahí cerca de esa zona hasta rezaban para que todo saliera bien ya que aportaron viandas para el eventual diálogo con los alienígenas.

4… 3… 2… 1… ¡despegue!, pero de repente todo se apagó. Hubo un silencio de cementerio, todos se quedaban viendo… misteriosamente la nave se apagó, comenzó a correr la zozobra y temor a una explosión. Al final Memito subió a la cápsula y abrió la escotilla y encontró a su prototipo, y cuando lo vio le dijo “¿y vos crees, Memito, que voy a viajar con unas escotillas sin cortinas?” No era un robot, ¡era una robota! Hasta así complican la cuestión.

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