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jueves, mayo 9, 2024

Es muy agotador

Cuando uno se siente como muy grande, muy sabio, muy bonito y demás, bastaría con compararse con otros que son mucho más grandes, sabios y bonitos para regresar rápidamente al suelo. Lo mismo sucede cuando uno está pasando por esos momentos en los que cree que es la persona más desdichada del planeta, basta con echarle un ojo al mendigo que reposa en la acera, para entender que no se es tan desgraciado como se piensa. La verdad es que siempre, siempre va a haber mejores personas que uno en muchos sentidos y otras que estén en peores condiciones que las nuestras, lo único que tenemos que hacer en esos instantes en los que nos sobrepasa la vanidad o nos aplasta la angustia, es recordar a aquellos que por diversas razones están mejor o peor que nosotros, eso bastará o para dejar de creernos la divina garza o para dejar de lamentar nuestra suerte. Además, será importante tomar en cuenta que todo pasa, nada es permanente y esto incluye esos momentos en los que tenemos el sartén por el mango, pasarán. Y esos momentos en los que nada nos sale bien, también pasarán. “Las personas más insoportables son los hombres que se creen geniales y las mujeres que se creen irresistibles”, decía Oscar Wilde.

Uno de nuestros grandes enemigos, cuando de conservar la humildad se trata, es indudablemente el ego. Este es el que no nos permite aceptar un consejo ni admitir cuando nos hemos equivocado. A medida que se cumplen años, se va bajando la guardia en este sentido, me parece, y cuando uno entiende que no es la gran cosa que se ha empeñado en creer que es, uno se siente hasta aliviado porque ya puede darse permiso para equivocarse y para ser quien uno realmente es. Es muy agotador insistir en la perfección.

O tal vez esto no tenga que ver necesariamente con la edad, puede ser la experiencia, vivencias y ejemplos de otros, la atención que se presta a lo que sucede a nuestro alrededor. Y ahora mismo recuerdo, por ejemplo, un episodio de hace poco, en el que yo hacía fila para pagar en una gasolinera. Una mujer compraba muchos números de la lotería y reclamaba al mismo tiempo algunos premios ganados. Se veía muy estresada, apurada y confundida. Finalmente salió del establecimiento solo para volver a entrar y reclamar quién sabe qué cosa, la cajera le hizo ver que estaba confundida, la mujer pidió disculpas y se fue, pero no sin que antes la empleada le aclara que “usted es la equivocada porque yo no me equivoco”.  O, esta mañana cuando me disponía a salir de casa y me llamó la atención el sonido de un claxon, o mejor dicho, de dos, luego los gritos de dos mujeres cada una en su automóvil que se habían detenido a media calle a pelear, insultándose la una a la otra. Desde luego que nunca llegaron a ningún consenso, solo a amargarse la mañana mutuamente.
Tal vez si no le diéramos tanta importancia a nuestro ego, dejáramos de empeñarnos en ser perfectos y reconociéramos que nadie tiene la verdad absoluta. Pero no, según Descartes, no hay nada repartido de modo más equitativo en el mundo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente.

 

Emy James
Emy James
Emy James, psicóloga y Máster en Educación, escritora a nivel profesional. Trabaja en teatro y radio y es también docente.
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