29.4 C
Honduras
miércoles, mayo 8, 2024

El gabinete, los refranes

A mi hermano, el coronel Salomón Montes Maldonado, excompañero en la Escuela Normal de Varones “Centroamérica”, en El Edén, Comayagua, del 83 al 85, y en la Academia Militar “General Francisco Morazán”, en el 86 y 87, entre muchas cosas, todas buenas, lo recuerdo por su frase contundente: “no hay más tren que el que pita”.

Es eso, un dicho característico del litoral atlántico, especialmente de los campeños bananeros, con el cual resumen o concluyen que “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”, es decir, “no hay que buscarle mangas al chaleco” ni “tres pies al gato sabiendo que tiene cuatro” y porque “20 mujeres son 40 tetas”. Lo que es… es, nada más.

Así, con esos dichos que, más que majadería evidencian riqueza cultural y sapiencia popular, se salda cualquier plática o debate para evitar que algo simple, lógico u obvio, degenere en discusión, diálogo improductivo o en pobre tertulia.

No siempre ocurre, lo contrario suele pasar con frecuencia, especialmente cuando al sentido común y lo sensato se le pretende suplir con la especulación, el chisme y hasta teorías conspirativas para explicar lo evidente.

Esto último se ha manifestado con profusión después de los cambios recientes en algunas Secretarías de Estado, especialmente en la de Salud, cuya cabeza, pese a la experiencia y supuesta eficiencia que presumía, resultó un fracaso, casi un inútil, y que al ser torpedeado desde el principio por los mismos que lo pusieron, más temprano que tarde, se sabía, sería sacado del cargo.

Igualmente, con la salida de la jefa de Finanzas, quien no ocultó su aspiración presidencial y ahora con la venia de la pareja presidencial sale para luchar y concretar su ansiado anhelo personal y el del colectivo de su partido por permanecer en el poder y persistir en su sueño refundacional.

Pese a la obviedad de los cambios en el gabinete, ordenados por la presidente, desde algunos medios de comunicación con jefes habituados al morbo y sus analistas de siempre que, áulicos, les aplauden sus “sesudas” elucubraciones, más que sustentadas argumentaciones, además de dirigentes de partidos políticos y voceros de otros sectores sociales, no han dudado en maquinar cualquier tipo de conjetura sobre lo que pasó y también de lo que va a pasar.

Poco hay de sensatez en lo que se expone y en algunos de los que participan en el debate se anulan los fundamentos lógicos y el sentido crítico, y es pobre el juicio para enriquecer el espacio hertziano vuelto ágora o plaza pública.

Los que se fueron idos son y los que llegaron deberán superarlos, sí o sí, porque la responsabilidad puede ser colosal y la faena titánica y no es batalla para inservibles o cobardes, pero es tarea para que en el esfuerzo y realización puedan surgir verdaderos héroes.

Como están las cosas, la mandataria y quien la sustituya requiere de un equipo cuyos miembros no se diluyan en la alabanza presidencialista, sino que su experiencia y cacumen lo vuelvan sentido crítico y buen tino pues urgen decisiones y acciones sensatas para enderezar el entuerto y salir del atolladero en que se encuentra el país.

Como antes y ahora hay situaciones que requieren meditar de forma imprescindible y urgente, sin divagar, y hacer prevalecer el mejor de los criterios que ayuden a salir de la precaria situación a la gente.

Con la grave situación sanitaria, económica y social, en resumen de calamidad, se necesitan mentes sensatas, que en medio de la tribulación agobiante y la desesperanza conciban ideas o planes inteligentes para que la patria se levante airosa de su postración.

Eso se hace impostergable porque especialmente los más pobres no quieren que se les embauque o estafe más con promesas de un paraíso que se convierte en infierno una vez que los “profetas” del cambio acceden al poder.

En este año, y así deberían ser en todos, debería actuarse con mayor prudencia y más sensatez, pues la responsabilidad es enorme y en consecuencia se requieren acciones juiciosas para construir de una vez por todas y para siempre una patria merecedora de mejor suerte.

Cuando se ha cerrado o concluido el 2023, es el tiempo de reflexionar sobre algunos escenarios y ganar perspectiva especialmente.

Se ha iniciado el tercer año de gobierno de Xiomara Castro y deberá valorar el historial individual y colectivo de logros y fracasos, y de esa forma evitar la ingenua complacencia y el paralizante catastrofismo inútil que no conduce a nada e impide todo.

En el inicio de 2024, los desafíos a enfrentar y resolver no son nada fáciles, pero sí asumibles, para garantizar o al menos intentar subsanar las grietas que hacen abismal la inequidad entre quienes tienen más y los que poseen menos, y entre gobernantes y gobernados.

Se trata en suma de crear o recuperar una sociedad equilibrada y sostenible, preparada para superar sus crisis, para sortear y sobrevivir a turbulencias y tempestades y, ante los ineludibles e imprevisibles sobresaltos y resabios de la naturaleza y de los hombres, actuar y decidir de manera sabia o al menos de forma coherente y sensata.

Todo eso es imprescindible cuando las divisiones se han agudizado y agobian justo cuando se necesita más la unidad en la crisis, con una economía calamitosa y un sistema de sanidad pública en coma y que literalmente mata, sin olvidar que “no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”.

Así pues, para corregir el rumbo, o reafirmarlo, hay que contar en el equipo de gobierno con gente comprometida con el país, no con enjundiosos y dicharacheros propagandistas, sino con los expertos, es decir, con los que saben, quieren y pueden.

Ya lo decía Kalimán: “La experiencia es la madre de la ciencia”, y antes, en su monumental obra “El Quijote”, Miguel de Cervantes Saavedra citaba a don Quijote: “Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todas son sentencias sacadas de la “mesma” experiencia, madre de las ciencias todas”.

Artículo anterior
Artículo siguiente
- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: