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jueves, mayo 2, 2024

Entre carcachas y muerte

Con el mal comportamiento de conductores y ayudantes de buses, independientemente de su modalidad, a los pasajeros hondureños les toca (al no haber alternativa) viajar, en esos pontífices de la muerte del transporte de personas, rumbo a sus trabajos, centros de estudio y otras diligencias. Vehículos –por lo general- en pésimas condiciones, destartalados, con exceso de pasajeros, con ayudantes que incluso son físicamente incompatibles con el reducido espacio de esos vehículos diseñados para ciertas capacidades, pero que “les sacan el jugo” sus dueños para usufructuarlos a pesar de poner en riesgo a la población.

La realidad es que ningún gobierno, desde hace décadas cuando estos medios de transporte urbanos e interurbanos han sido explotados, les han puesto mano de manera seria, consistente, ya que el gremio de transportistas tiene cierto poder de convocatoria, simplemente guardan sus unidades y el país queda paralizado de inmediato.

Está de más narrar y entrever las causas de los malos tratos hacia los pasajeros, llegando incluso al acoso sexual a mujeres, expresiones altisonantes que lindan con lo psiquiátrico, comportamientos dignos de estudio, pero ningún gremio de la salud se acerca a ver el porqué de esa condición que se podría calificar como psicopatológica, aparte de la insalubridad en esas unidades desvencijadas y conducidas por imprudentes a quienes se les debería hacer pruebas anti doping in situ, de sorpresa, y allí se verá de qué color es la cuestión.

Hoy se conmina a los transportistas con un plan de inversión, de trabajo supuestamente serio, pero ellos argumentan que ya tenían “otros planes”. En realidad, esa canción es más trillada que la que se canta en los cumpleaños. Ya sabemos lo que significa eso, más de lo mismo, pero ¿y las autoridades de Vialidad y Transporte? ¡Muy bien, gracias! La Dirección Nacional de Vialidad y Transporte ya no tiene la beligerancia de antaño, cuando solo tenía por nombre “Policía de Tránsito”, aquellos agentes se daban a respetar, hoy hasta para obtener un documento en las oficinas (nuevas, por cierto), lo envían al marchante a una cafetería a esperar, hasta dos horas, la entrega de lo solicitado ¡habrase visto!

Con gente así, con ese anquilosamiento lleno de óxido, con engranajes pegados por la mala costumbre de consentir a esos zares del transporte es que el pueblo debe seguir sufriendo, aparte que a la autoridad no le interesa, no se ven sus agentes por ninguna parte y sus funciones han sido suplantadas por los policías municipales que no tienen la experiencia ni la formación para resolver conflictos, eso es palpable cuando se forman cuellos de botella en las horas pico.

El pueblo no se debe hacer ilusiones con cantos de sirena que se tendrá a disposición autobuses con aire acondicionado, video vigilancia, cobro electrónico, conductores graduados y certificados con edad mínima que denote responsabilidad, limpios, con el cabello recortado, vestidos adecuadamente y sobre todo respetuosos y solícitos con los usuarios, puntuales, y a saber cuántas cosas más del primer mundo, como sonar música ambiental en unidades nítidas con excelente mantenimiento y desplazándose a velocidad moderada, respetuosos de las normas viales. No, eso no lo veremos, por lo menos la presente y la próxima generación mientras el Estado no sea serio y demuestre miedo y que los transportistas no sean conscientes.

EditorialEntre carcachas y muerte

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