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Honduras
miércoles, marzo 27, 2024

BIEN COMÚN: Ley de techos verdes

Por: Rodolfo Dumas Castillo
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Hace algún tiempo publicamos un artículo en el que comentamos sobre la instalación de un techo ecológico (comúnmente conocidos como “techos verdes”) en el Palacio Municipal de San Pedro Sula. En aquel momento nos pareció una mejora importante para ese histórico edificio. Sin embargo, desde entonces no hemos tenido conocimiento de nuevas iniciativas para promover ese tipo de estructuras que ofrecen múltiples beneficios, incluyendo la reducción del efecto “isla de calor”, retención y filtración de aguas pluviales, retraso de su llegada al sistema de drenaje y, con la instalación de cisternas, la posibilidad de almacenarla. Adicionalmente, siendo un aislante natural, permiten refrescar los espacios por la transpiración de las plantas, reducen el uso de aires acondicionados y consecuentemente ahorran en el consumo de energía eléctrica. Estas cubiertas se componen de varias capas de materiales filtrantes y una capa vegetal de plantas o pastos que se siembran en la superficie. Los mantos inferiores usualmente llevan telas de filtración que contienen la tierra y raíces, pero permiten el paso del agua. También se emplea arena y gravín para la captación de agua pluvial; y, finalmente, una membrana impermeable que detiene el paso de agua y humedades a la parte estructural del techado.

Honduras ya sufre los severos efectos del cambio climático, lo que es palpable en varias regiones del país que en ciertas épocas del año soportan una sequía extrema, mientras que en el invierno padecen la crueldad de fuertes deslaves, inundaciones y otros estragos provocados por el exceso de agua. Buena parte de esos efectos son causados por la movilidad humana que abandona el campo y se reubica en zonas urbanas que no están preparadas para la avalancha de nuevos residentes. Adicionalmente, las ciudades se convierten en elevadas consumidoras de energía y emisoras de gases de efecto invernadero. Es razonable pronosticar que en los próximos años esa concentración en las zonas urbanas se incrementará sustancialmente, lo que es grave para nuestro país donde los planes de desarrollo municipal son inestables y donde el Estado no cuenta, ni por cerca, con los recursos económicos para enfrentar estos desafíos. Sin embargo, consideramos que, con planificación, capacitación e incentivos adecuados, nuestras ciudades pueden convertirse en lugares sustentables, menos contaminantes y que contribuyan a mitigar las causas del cambio climático, para lo cual los techos ecológicos serían un valioso componente.

Sin embargo, instalar estos sistemas no es barato, por lo que se deben buscar formas de estimular su uso a fin de que más ciudadanos y empresas los utilicen. Una de las formas es emitiendo una ley que ordene su uso en edificios públicos y que también ofrezca incentivos para quienes los implementen y, en algunos casos, que sea parte de los requisitos de construcción. Esta ley contaría con amplio respaldo técnico y económico para su aprobación, empezando por que ayudan a combatir las terribles consecuencias del cambio climático: Inundaciones, sequías, incremento de temperatura, enfermedades, daños a la biodiversidad y deterioro de suelos, entre muchos otros.

Existen muchos ejemplos de este tipo de legislación en el mundo, suficientes como para adoptar las mejoras prácticas e implementarlas en Honduras. Dinamarca tiene una política ambiental para que Copenhague, una de las ciudades más pobladas del país, sea la primera capital del mundo neutral en emisiones de carbono para el 2025. Toronto implementó una ley similar que permitió 1.2 millones de metros cuadrados verdes en diferentes tipos de construcciones, así como un ahorro energético anual de más de 1.5 millones de kwh y actualmente los techos verdes ya son obligatorios para nuevas edificaciones. Francia, Suiza, México, Estados Unidos, Argentina y Colombia, entre otros, también cuentas con leyes de este tipo. Honduras podría aprobar una ley de techos verdes con incentivos económicos para quienes los instalen, resultando insignificante cualquier impacto fiscal al medirlo contra los gigantescos beneficios ambientales para nuestras ciudades y los socioeconómicos para la población. Reconocemos que gran parte del cambio climático es responsabilidad de las naciones industrializadas, pero solo quejarnos y sentarnos a esperar una restitución no es opción. Se trata de reto existencial para toda la humanidad y este tipo de medidas son las que estos pequeños países pueden aportar para evitar un infierno ambiental.

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