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jueves, abril 25, 2024

Un visitante extraterrestre

Novela de ciencia ficción en tres capítulos para leer en menos de cinco minutos, o menos

Como todas las noches en los últimos 23 años, Edward Reds enfocó su rudimentario radiotelescopio a la región del cielo que con tanta paciencia había explorado.

Esta vez se llevaría la sorpresa de su vida.

Lejos, en el espacio profundo, había capturado una señal. Finalmente había descubierto un asteroide que nadie antes había detectado. Se trataba de algo sin precedentes, un cuerpo espacial cuya órbita alrededor del Sol se completaba nada menos que cada seis millones de años.

Con sus pocos recursos compró espacio, apenas unas cuantas horas, en un radiotelescopio ubicado en el desierto australiano, para comprobar su hallazgo.

Valió la pena el gasto pues la respuesta fue afirmativa, su descubrimiento era verdadero y más que gratificante cuando comprobó que no existía peligro de un choque con la Tierra, pasaría un poco más allá de la Luna en un tiempo estimado de 5 años.

Decidió bautizar su asteroide con el nombre de RAMA, en honor al fabuloso Arthur C. Clarke, quien escribió una novela del mismo nombre.  En ella relata la visita de una nave de grandes dimensiones que viajaba por el cosmos recolectando muestras vivas.

RAMA se estacionó en una órbita alrededor de Marte y envió instrucciones de cómo llegar, cómo entrar en la enorme nave y, un poco escuetamente, lo que hallarían dentro y, sobre todo, la manera de seleccionar los 5 que realizarían ese fabuloso viaje hacia el espacio profundo.

Los cinco escogidos entre millones de voluntarios, volarían hasta RAMA para unirse a todos los seres vivos a bordo en un viaje que, si bien no ofrecía regreso, les permitiría conocer sobre otras civilizaciones, otras especies, miles de ellas recogidas en su larga jornada de exploración; una oferta maravillosa difícil de rechazar para muchos.

“Su RAMA” también era muy grande, más de cinco kilómetros de largo por uno de diámetro y estaba compuesto por los mismos elementos de la mayoría de los asteroides, hierro, zinc y variedad de rocas. Lo más asombroso era su velocidad, una sexta parte de la de la luz; jamás se había registrado un cuerpo espacial que se moviera con semejante rapidez.

Cinco años para su aproximación podría parecer mucho tiempo, pero en realidad no lo era, no al menos en tiempo espacial.

Y, en este caso, se trataba de un cuerpo procedente de otra galaxia, mucho más lejos que Andrómeda, la más próxima a nuestra Vía Láctea, que se ubica a dos años y medio a la velocidad de la luz.

Descubrir cuerpos espaciales es bastante frecuente y escapa del interés de la mayoría de la gente, más atraída por el último escándalo de la farándula, el más reciente videojuego o el nuevo teléfono inteligente.

Lleno de entusiasmo renovado, Edward decidió buscar patrocinadores entre diferentes instituciones y personas, a fin de recaudar fondos para poder estudiar el asteroide a profundidad y, quizá, hacer otros planes.

Disculpas, falta de fondos y de interés; las respuestas de todos fueron las mismas, Edward no pudo obtener ni un céntimo para su proyecto, ya que ni su propio gobierno -ni ningún otro-  o la misma NASA, mostraron el menor interés.

Hasta le fue imposible obtener una cita con un ser humano, todas las respuestas que recibió fueron enviadas por robots diseñados para rechazar peticiones como la suya.

Un año había transcurrido desde su descubrimiento y, aparte de haber efectuado centenares de veces la comprobación de la órbita, velocidad, etc., nada más había adelantado.

En cuatro años, RAMA estaría en su punto más cercano a la Tierra, el momento de planear cualquier misión exploratoria -humana o robótica-, era ahora, no había ya más tiempo que perder.

Fue entonces que le llegó la gran noticia: En comprobaciones separadas efectuadas por diferentes observatorios, se llegó a la conclusión de que RAMA estaba formado, en gran parte, ¡por diamantes!

Volando a toda velocidad al vecindario de la Tierra venían al menos cuatro mil toneladas de diamantes puros, algunos de ellos con un peso estimado de 200 o 300 libras, ¡no quilates, libras!

¡Toneladas de diamantes!

¡Eso sí despertó el interés mundial!

Todas las agencias espaciales de las principales naciones del mundo, así como una buena cantidad de empresarios privados, empezaron a planear la manera de hacerse de toda o al menos una parte de la enorme fortuna.

Su descubridor, desde luego, adquirió instantáneamente notoriedad, su nombre y el de RAMA se hicieron famosos a nivel mundial.

Entre los interesados estaban -también y obviamente- los productores de diamantes de la Tierra, ya que el hallazgo podría significar su ruina.

De igual manera los fabricantes de diamantes artificiales -para joyas y de uso industrial- verían afectado su negocio si, de alguna manera, se lograba traer al menos una parte del enorme yacimiento.

La próxima semana: La fiebre de los diamantes en el espacio.

Otto Martín Wolf
[email protected]

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