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miércoles, mayo 8, 2024

Sísifo y la educación: condenados al infierno

Sísifo era un personaje de la mitología griega que, debido a sus crímenes contra los viajeros, fue condenado al infierno y a empujar una enorme roca hacia una empinada montaña en el infierno. Cuando Sísifo casi alcanza la cima, la enorme piedra se precipita cuesta abajo, y Sísifo debe retomar la atormentada empresa de volver a escalar el monte, forcejeando hasta la extenuación con su carga eterna de granito puro.

Los intentos inútiles de Sísifo inspiraron al filósofo Siegfried Bernfeld a escribir su obra, “Sísifo o los límites de la educación” en la que el autor expone, mediante una combinación de las teorías freudianas y marxistas, la crítica idealista a la educación burguesa. Bernfeld propone una visión científica en la educación más apegada a la modernidad del siglo XX. Según él, hasta ese momento, la educación respondía más a los intereses de la burguesía que a las necesidades del individuo. Como consecuencia ideológica, esta obra sirvió de inspiración a los movimientos estudiantiles de Mayo del 1968 y se convirtió en la fuente revolucionaria de muchos teóricos de la educación del siglo recién pasado.

Como pensara Bernfeld, nuestro sistema educativo está pasando los mismos apuros que el pobre Sísifo padeciera en su inútil esfuerzo de ascensión infinita. A decir verdad, la simiente transformadora que se siembra en nuestra niñez y juventud es cada vez menos provechosa en la búsqueda de un individuo crítico de la sociedad -como pretendían los marxistas de antaño-, pero también menos apegada a la realidad que vive el mundo postmoderno.

Nuestro sistema educativo vive el sueño de los justos en un mundo cada vez más exigente. Los (anti) valores del postmodernismo y los adelantos tecnológicos en las comunicaciones están entrando con un ímpetu y un choque generacional que nunca imaginamos, a tal grado que la falta de adaptación coherente ha comenzado a afectar el sistema educativo hondureño en todos sus niveles, a pesar de algunos intentos reformistas en el pasado reciente.

Cuando el sistema educativo se divorcia del contexto del mundo, el resultado es un esfuerzo inútil de los educadores de inyectar en los educandos información que no precisa ni requiere, y que ha sido rebasada por un nivel elevado de conocimientos y competencias que ya se aplican en otras partes del mundo. De poco le sirve a un estudiante un dispositivo de última generación si el docente no sabe cómo usarla ni mucho menos explotar sus aplicaciones educativas; de nada sirve que el estudiante curse una carrera de negocios si el docente jamás ha vivido la encarnizada lucha del día a día de una organización privada o pública.

Descontextualizado, y con una visión del mundo alejada de la economía mundial, nuestros egresados tendrán que vérselas en desventaja frente a sus semejantes de aquellos países donde la educación tecnificada es una prioridad nacional. Y por más esfuerzos que imprima nuestro sistema educativo tratando de maquillar los contenidos con información tercermundista, al mejor estilo de Paulo Freire, el resultado será, como la condena de Sísifo, una eterna e inútil carrera contra el destino; un fuera de orden del mundo moderno.

(Ver columnas en La Tribuna).

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