35.2 C
Honduras
jueves, mayo 2, 2024

Salir de nuestra zona de confort

Si estamos bien, o creemos estarlo es hasta cierto punto justificable, no querer salirnos de nuestra zona de confort, si al fin de cuentas, todo lo hemos conseguido o al menos eso creemos. Quizás por eso los nuevos desafíos no son tan tentadores y no se justifican, más bien se evaden, la mejora continua se deja quizás solo para ciertas áreas por razones pragmáticas.

Es comprensible, ¿quién quiere buscar algo más o cambiar si se siente bien?, pero ¿qué pasa?, si creemos que por no cambiar nosotros, el mundo se detiene y todo sigue igual. La realidad es muy distinta, el mundo no se detiene, ni nuestra competencia, ni nuestros detractores, siempre hay personas que están innovando y no se conforman.

Nuevamente pregunto, ¿para qué desafiar nuestra zona de comodidad si todo sale bien? Pero ¿qué pasa cuando no hay opción y no controlamos ya nuestro entorno? Reflexionemos a nivel global, con la pandemia COVID-19 se obligó prácticamente a detener la productividad del planeta, por los menos las primeras semanas, cuando no se sabía qué protocolo seguir para evitar los contagios, no teníamos vacunas, la amenaza de contraer esta enfermedad era latente con solo toser y ya alguien podría hasta morir.

Nos tocó salirnos de nuestra forma habitual de hacer las cosas, era de vida o muerte, de modo que las empresas se tuvieron que reinventar, las más robustas económicamente lo hicieron de manera acelerada. El teletrabajo se convirtió en una alternativa que ha funcionado en la mayoría de los casos, fue como un gran laboratorio experimental donde los colaboradores estaban desde sus casas, con sus computadoras e Internet haciendo que la empresa funcionara.

El sector educativo lo hizo bien, unos más creativos que otros, pero al final por lo menos en sector privado funcionó y los estudiantes siguieron su proceso de enseñanza-aprendizaje. En las circunstancias donde hay más pobreza y mayores limitaciones, también se usó la tecnología. Los maestros de las escuelas públicas estaban con sus celulares, con sus paquetes datos de Internet limitado, orientando a los estudiantes y padres de familia de escasos recursos para que pudieran continuar sus estudios.

Por otra parte, las ventas a domicilio de dispararon positivamente, la gente pedía medicinas, alimentos, compraban lo que necesitaran en línea. Hasta las organizaciones más rezagadas tecnológicamente aprendieron a usar la tecnología para poder vender. Todos estábamos fuera de nuestra zona de confort a nivel mundial. Se puso a prueba y error formas diferentes de gestionar una empresa. En medio de una pandemia, para cualquier padre o madre de familia, estar al mismo tiempo con sus hijos e hijas que trabajaban, era una bendición.

De modo que salir de nuestra zona de confort no siempre es porque queremos o porque estamos listos para nuevos retos. El contexto, los entornos y las situaciones extremas nos empujan a tomar rumbos diferentes, de lo que alguna vez pensamos.

Salir de la zona de confort debe ser un ejercicio que nos autoimpongamos, aunque creamos estar bien, siempre hay una posibilidad de hacer las cosas mejor, aprender y superarnos a nosotros mismo. La rutina es positiva, porque de alguna manera nos da estabilidad, pero la monotonía puede resultar aniquiladora y boicotear nuestra capacidad creativa, nuestro pensamiento crítico, nuestra habilidad de innovar y buscar soluciones a problemas que nos mantienen en el atraso, ya sea a nivel personal o como país.

De manera individual, debemos tener nuevos desafíos para salir de nuestra área de confort de manera proactiva, esto abonará más a nuestro bienestar e incrementará la autoestima. Empecemos con pequeños desafíos, por ejemplo, leer o escribir un libro, organizar el jardín, hacer ese viaje soñado, ejercitarse con regularidad, emprender un negocio o fortalecer el que ya se tiene, cultivar nuestra vida espiritual, para que se vea reflejada en nuestras acciones.

- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: