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domingo, mayo 5, 2024

La lengua, ese pequeño e incontrolable chismoso

Cualquier parecido es pura casualidad.  Sin duda una de las cosas que más me he arrepentido es cuando abro la boca más de la cuenta. Porque, por más que lo intento, una vez haya dicho con querer o sin querer las cosas, están ya dichas. Si he dañado, está hecho. Por más que le agregue frases como “con todo respeto” o bien “en mi humilde opinión”.

Somos curiosos por naturaleza, el morbo es enseñado entre nuestros círculos como una destreza, y muchas veces uno se confunde, creyendo que saberlo todo puede significar una ventaja. Conforme he crecido y después de varios líos y decepciones que este pequeño miembro me ha causado, he aprendido lo difícil que es saber controlarlo.

Mis padres desde niño me enseñaron que en la Biblia decía que vida o muerte salía de nuestra lengua. Cosa que me parecía sorprendente, pero le prometo que más de alguna vez mate verbalmente a alguien por no poder controlar mis impulsos. Y es que, muchas veces pensamos que “ser asertivos” o ser “genuino” o “directo”, como le decimos, transparente, es andar destruyendo gente con lo primero que nuestros impulsos nos digan qué decir.

Mi primer encuentro, cara a cara con tratar de dominar la lengua, es cuando me tocó firmar mi primer contrato de confidencialidad con un cliente. Donde, desde luego, si había fuga de información, o se daban cuenta de alguna imprudencia mía como consultor, me sería caro. No creo que, con nuestra familia, o los seres que amamos, nos tengan que hacer firmar contrato de confidencialidad, ¡Pero muchas veces cómo se requiere!

Insisto, esto, debido a que nos encanta vivir otras vidas, que no sean las nuestras. Basta con que alguien ventile una queja, o un drama por las redes sociales y se dará cuenta en los comentarios o en los “likes”, toda la gente que comenta, sin nada constructivo que aportar. Como fiel reflejo de ello, tenemos también a los políticos. ¡Vaya cosas que dicen!, o insultos que se dan.

Considero que sería de muchísima admiración, el encontrar uno con una dosis de prudencia. Y ese es el antídoto, para este pequeño chismoso que se llama lengua. Ser prudente. Una persona prudente, muchas veces puede pasar por callada, o analítica ¡y está bien! Sabemos el dicho que, hasta el menos inteligente, pasa por sabio cundo calla.

El valor de la prudencia me ha hecho ganar muchísimas cosas, como generar verdaderos lazos de confianza con personas que cuentan sus sueños, anhelos y muchas veces sus debilidades, pues saben que uno será una tumba. La prudencia lo vuelve confiable y le evita juzgar rápidamente, desarrollando discernimiento, pues le toca a uno pensar antes de hablar.

La prudencia, va íntimamente ligada a la humildad, pues un corazón arrogante impondrá siempre su “yo” ante cualquier circunstancia. Todos decimos ser los mejores para trabajar en equipo, pero un imprudente destruye sin remedio las relaciones. El camino del chisme, siempre será el lío y la soledad, pues, llegará un punto donde nadie puede confiar en uno. Estoy claro que hay cosas que sí se deben decir, pero habrá que juntar los datos y versiones correctas, antes de hacerlo de manera apresurada.

¿La mejor manera de ahogar un chisme? No lo alimente. Rechace escucharlo, porque seguramente quien le hable mal de alguien hoy, hablará mal de usted mañana. ¡Y mejor aún!, no sea usted el portador de ello.

Abra puertas en su vida, en sus negocios y en sus relaciones. ¡Esfuércese por ser prudente! Rechace el chisme y verá cómo su buena reputación crece, a donde quiera que usted vaya.

Enrique Zaldivar
Enrique Zaldivar
2050 Comunicaciones
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