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miércoles, mayo 15, 2024

El fotógrafo y mis recuerdos (II)

Lic., ya sabemos que la casa está a nombre suyo. Nosotros fuimos sindicalistas de izquierda, fuimos del sindicato de la Polymer; y sabemos que usted es de izquierda. Me dijeron. Sí es cierto -les dije-. Pero, ¿a qué viene eso que me dicen?, -les pregunté-. ¿Cuánto le está ganando por ese trabajo a la señora? Con todo y gastos ocho mil lempiras -les contesté-. Ayúdenos, devuélvale la casa para embargársela. Le pagaremos el triple de la cantidad que usted está cobrando y ella no se dará cuenta -me expresaron-.

¡Vaya!, es rentable para mí la oferta -les dije-, pero, -continúe diciéndoles- resulta que yo trabajo bajo ciertos principios, y prefiero no ganar nada; pero, por ningún precio hago lo que ustedes me piden. ¿A ustedes no les gustaría que fuera su abogado y que les vendiera el caso?, ¿verdad? Pues, sí, tiene razón. Y se fueron.

Pasaron tres o cinco años, y la propiedad estaba a mi nombre. Cuando ya había prescrito la deuda, hicimos la escritura del traspaso y le devolví la casa a la señora. A la vuelta de un par de años, uno de los patrones llegó a mi oficina, creo que se llama Merfirio. Andaba ‘taxeando’. A su hijo lo habían despedido sin prestaciones y me contrataron para que les llevara el caso.

Resolví el caso. Firmamos el acuerdo de que el patrono le pagaría las prestaciones en cuatro meses al hijo de Menfirio. Pero, de repente, el patrono, mucho antes de la fecha del primer pago, llamó al trabajador a su empresa -que era de ventas de pinturas para casa y quedaba en la avenida New Orleans- y le pagó de un solo la cantidad acordada. El trabajador recibió el dinero sin que yo me diera cuenta; y no me pagó los honorarios, nunca lo volví a ver.

A los meses, como el andaba ‘taxeando’, me encontré al exsindicalista del Sitrapolymer, directivo de la cooperativa de Cotrapoly, y el padre que había llevado a su hijo a mi oficina. Entonces, le conté que su hijo no me había pagado sus honorarios. ¿Y qué quiere que haga yo?, me preguntó, dándome a entender que no le importaba si me pagaba o no. Usted le recomendó a su hijo que yo le llevara el caso porque le demostré que soy honrado cuando quisieron sobornarme. Por lo visto, usted le ha enseñado a ser tramposo. De tal palo tal astilla, le dije. Me lo encontré otras veces y nunca más me habló. Y tengo años de no verlo.

Resulta que uno de los integrantes de la comisión que llegó a sobornarme, lo seguí viendo después en el parque central, y en una ocasión le contó delante de mí, a unos amigos en común, de que yo los había jodido, pero, dando a entender que lo había hecho malévolamente. Y entonces, le riposté ¿por qué no les cuenta que ustedes me quisieron sobornar y no les acepté? Y todo quedó en silencio.

Habían pasado muchos años, y no lo había visto. La última vez que lo vi fue en Expocentro, el día veinte de octubre 2023, el día en que se graduó mi hija como abogada, y como tiene el oficio de fotógrafo, lo contraté para que tomara las fotos propias del evento. Su rostro me trajo el recuerdo de lo que había pasado, y esa experiencia se la conté a mi hija, para que sepa actuar con principios profesionales.

San Pedro Sula, Cortés, 31 de octubre del año 2023.

Lic. Esequías Doblado Hernández

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