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martes, abril 23, 2024

¿Quieres conocer a una persona?, dale poder

Enrique Zaldívar
2050 Comunicaciones 

Los logros. El éxito. Las riquezas, ¡Cuántas cosas deseamos para poder ser tenidos en alta estima! Muchas veces buscando formas de evitar un proceso largo y tedioso que nos forme carácter.

Lo vemos en estrellas del fútbol, los cuales, al recibir un contrato millonario, a una corta edad, tiran su carrera después de muchas fiestas, excesos y sobre todo de sustancias dañinas.

Pasamos deseando el éxito, pero nunca nos preparamos para ello. Pasamos deseando ganar la loto, cuando en un abrir y cerrar de ojos dilapidamos ese dinero, sin saber cómo poder ponerlo a producir más.

Hay un viejo dicho que dice: “¿Quieres conocer a una persona?, dale poder”. Y sin duda lo hemos visto en puestos de trabajo, familias y hasta en muchas iglesias. Ni hablar de los políticos hoy en día. Seguimos cayendo en sus cantos, sabiendo que sin poder son de una forma y con poder, ni nos reconocen.

La misma Biblia enseña que Jesús, al ofrecerle a un joven rico ser su discípulo, le dijo que el único requisito que le faltaba era desapegarse de sus riquezas. Y el joven se fue entristecido. ¡Menuda petición le hizo el Maestro!

Abraham Lincoln dijo: “Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres poner a prueba el carácter de un hombre, dale poder”. De allí mi fascinación por el liderazgo.

Había escuchado tanto esa palabra, al grado que pierde valor. Hasta que comprendí muchas enseñanzas sobre ella como que “todo sube, o cae, dependiendo del líder que tenga”, o bien, “El líder come de último”, el cual es título de un famoso libro.

¿Por qué no nos gusta liderar?, y, en su lugar, preferimos ser autoritarios. La respuesta es simple. Es mucho más fácil que nos teman. Es mucho más fácil dar órdenes, evitar explicaciones y desear que simplemente se cumpla lo que uno está solicitando.

Ser líder es ganar voluntades. Y una vez en el poder, usarlo para bien de ellos. ¡Hemos tenido muchísimos líderes en nuestra humanidad! Pero necesitamos más líderes con menos ruido.

Esos que se dediquen a liderar su familia. Esos cuyo liderazgo sirva para ser mentores de sus hijos y enseñarles a ser personas de bien. Ocupamos líderes que generen riqueza, para generar empleos y cambiar condiciones de vida. Como le digo, sin necesidad de estar en un puesto público, podemos liderar en espacios pequeños haciendo lo que a uno le corresponda.

Me encanta la frase de “La cumbre global de liderazgo” que dice: “Sé líder donde estés”. Y es que no necesitamos ser un conferencista comprobado para liderar. O ser el Rey Carlos III, para decir: hoy sí, haré una diferencia.

Hágalo allí, en su trabajo. Anime a sus compañeros. Crezca en influencia positiva. Hágase voluntario de proyectos que ayuden a otros. Lidere su familia. Ayude a otros a salir de las drogas, del alcohol. Enseñe a salir de deudas a otros. Comparta su fe.

Ese caminar, le dará la madurez, la sensibilidad, de que en el momento que le toque un puesto de poder, será lo suficientemente maduro, como para no perder el piso y creer que tiene servidumbre a su favor.

Los líderes inspiradores que llegan al poder, cambian los tiempos. Crean un antes y un después. Han comenzado desde pequeños, han pagado el derecho de piso. Y cuando lo logran ¡la gente lo sigue! Menos quejas, y más liderazgo. Menos excusas y más accionar.

Para liderar no necesita título, no necesita investidura, simplemente necesita un corazón de servicio, que se preocupe por otros y decida hacer un cambio. Lidere allí, donde usted está.

 

 

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