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domingo, mayo 12, 2024

Perfección: La trampa de la infelicidad

Por Enrique Zaldívar
2050 Comunicaciones

 ¿Ha recorrido recientemente las calles de nuestra San Pedro Sula? Después de dos años de encierro y con los ánimos en suspenso, debido a la pandemia, ¡esta Navidad comenzamos a vernos rodeados del ambiente que tanto nos gusta!

Luces por doquier. Tiendas decoradas. Anuncios de “regalos” y por supuesto, gorritos de Santa en todos los logos de las empresas. ¡Siempre es admirable el hecho que toda una ciudad se ponga de acuerdo en algo!

Y aunque ya vamos dando pasos a salir de lo ocurrido en los últimos años, aún falta mucho camino por recorrer. ¡Pero no deje que eso le robe la felicidad! He aprendido lo imposible que es ser perfeccionista en un mundo imperfecto.

Nuestra meta debe ser, siempre, alcanzar la excelencia. Esto es “he hecho lo mejor que pude, con todo lo que pude”. Y muchas veces, la perfección en nuestra sed de aprobación se nos vuelve un castigo en sí. A qué me refiero: ¿ha tenido amigos detallistas, de esos que cuando usted sale, si se le olvidó algo, se amargan? ¿De esos que, en lugar de pensar en soluciones alternas, prefieren el momento se les amargue?

Esa actitud es la que creo que debemos tener todos los hondureños, en este mes en que culmina el año. Celebrar los esfuerzos de un año que termina. Y prepararnos para lo próximo que se nos viene.

La dureza del perfeccionismo viene de buscar garantías en la vida. Y eso, muchas veces, solo nos lleva a muchas frustraciones, pues, o no alcanzamos la meta, o no recibimos el aplauso que buscábamos.

Un músico que se ha esforzado ensayando su violín, si toca frente a gente que no aprecia su talento, sin duda puede llevarse una enorme frustración de ver que no ha sido valorado lo suficiente. El secreto está en ¡disfrutar tocar el violín y dar lo mejor siempre!

Insisto. Lo mejor, porque muchas veces esto también se puede tomar como una excusa para no dar calidad. Y nada tan contrario a ello. Ya lo decía nuestro apreciado Facundo Cabral: “El que ama lo que hace, está benditamente condenado a tener éxito”, es un principio. Es una ley.

Como la ley de siembra y cosecha que se nos enseña en la Biblia. Lo que hagamos, si está bien hecho, tarde o temprano nos llevará al éxito. Pero en ningún lado he escuchado que se mencione alcanzar la perfección.

¿Por qué nos volvemos perfeccionistas? Por los vacíos que queremos llenar.  Y no condeno a los que los tengan, ¡Todos los tenemos! Pero es liberador, tener que dejar de impresionar y volverse apasionado por lo que hago.

En esta temporada navideña que comienza, ¡hágalo bien! Si va a abrazar, ¡abrace fuerte! Si va a perdonar, que sea de corazón. Si va a ayudar al prójimo, ¡que nadie se dé cuenta! Pero haga las cosas con pasión.

Hacer de la pasión un hábito es un gran negocio. ¡Siempre hay quien lo vea a uno! Siempre hay quien se inspire con nuestro actuar. Y si usted solo tiene unos cuantos tamales para celebrar y no le ajustó para un arbolito, ¡alégrese!

Tiene vida en sus pulmones aún para que el próximo año se dé la revancha. Tómese la ‘selfie’ loca. Salga despeinado en la foto. Pero abrace una vida que en un abrir y cerrar de ojos se nos va.

Y cierre esas amistades que le exigen perfección. ¡Ni ellos pueden serlo! Sea responsable, dando lo mejor de sí en todo lo que haga y le aseguro que el premio vendrá. ¡Garantizado!

 

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