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sábado, marzo 15, 2025

Hablar bien para estar bien: El poder de las afirmaciones en la vida diaria

En un mundo cada vez más acelerado, donde las preocupaciones y el estrés parecen ser parte del día a día, se ha vuelto común buscar métodos para mantener el bienestar psicológico. Uno de estos métodos, ampliamente discutido en libros de autoayuda, son las afirmaciones.

Estas frases positivas que repetimos a lo largo del día, como “Hoy será un buen día”, prometen transformar nuestra manera de pensar. Sin embargo, aunque suenan sencillas y accesibles, las afirmaciones tienen un respaldo científico que las valida, aunque no son una solución mágica.

En términos simples, se trata de hablar bien de nosotros mismos y de las situaciones que enfrentamos. Se basan en la premisa de que lo que decimos tiene un impacto directo en cómo nos sentimos. Esta idea se encuentra en la base de muchas prácticas terapéuticas, como la reestructuración cognitiva, que busca cambiar los pensamientos disfuncionales por otros más optimistas.

Psicólogos como Albert Ellis y Aaron T. Beck comenzaron a explorar cómo los pensamientos afectan las emociones y comportamientos. Hoy en día, sabemos que la forma en que nos hablamos a nosotros mismos puede influir en nuestra autoestima y en nuestra capacidad para afrontar el estrés, tú bien sabes que cuando hablas mal de ti, cuando te tratas mal, creas también una sensación desagradable.

Numerosos estudios han demostrado que las declaraciones pueden generar cambios significativos en la vida.

Un estudio publicado en Social Cognitive and Affective Neuroscience, en 2016 mostró que las afirmaciones positivas pueden mejorar el estado emocional de una persona al aumentar la actividad en el córtex prefrontal, la parte del cerebro responsable de la toma de decisiones.

Cuando repetimos frases que refuerzan nuestra valía, estamos entrenando al cerebro para que reconozca nuestras capacidades, lo que a largo plazo mejora nuestra percepción de nosotros mismos. A su vez, las afirmaciones son una forma de “autoafirmación”, un proceso psicológico que puede aumentar nuestra motivación.

Un estudio de 2014 de la Universidad de California en Los Ángeles encontró que las personas que se repetían afirmaciones positivas antes de situaciones estresantes, como presentaciones públicas o exámenes, mostraban menores niveles de cortisol (la hormona del estrés) y una mayor sensación de control sobre la situación.

Es importante señalar que las afirmaciones no son una panacea. Aunque la ciencia respalda su efectividad no se deben ver como un remedio inmediato para todos nuestros problemas. Pueden ayudarnos a cambiar la manera en que nos sentimos en situaciones cotidianas, pero no pueden reemplazar un trabajo más profundo como la terapia psicológica.

El peligro de las afirmaciones radica en la expectativa poco realista de que, solo con decir algo repetidamente, cambiarán nuestras circunstancias o que “magicamente” desaparecerán los obstáculos.

Es necesario hablar bien y combinar nuestras palabras con esfuerzos concretos, como la acción y el autocuidado, ya que, aunque las frases estén planteadas en positivo, también deben ser realistas y alcanzables.

Si nos decimos a nosotros mismos que “somos exitosos” cuando no lo sentimos en lo más profundo, el efecto puede ser el contrario al esperado, generando frustración o desconexión. Las afirmaciones tienen base científica, y su efectividad está respaldada por la psicología moderna, pero su éxito depende de la consistencia, la autenticidad y la combinación con otras prácticas de desarrollo personal. Al hablar bien, podemos empezar a sentirnos bien, pero también debemos ser conscientes de que las palabras por sí solas no cambian la realidad; son nuestras acciones las que la transforman, así que habla y actúa bien.

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