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sábado, mayo 11, 2024

El valor de reconocer mis puntos ciegos

Hay un famoso cuento para niños titulado “El traje nuevo del emperador”. De niño, a pesar de lo mucho que me gustaban las historias, siempre me pareció curiosa esta historia en particular. Trata de un estafador que le vendió tela invisible al emperador, señalando que “solo podía ser visto por inteligentes” y claro, ni siquiera el emperador quiso verse “poco inteligente” y aunque no lo miraba, asumió que había una tela.

La locura creció a tal punto, que el rey usó el traje ¡viéndose desnudo ante todos!, y salvo un hombre que no temió parecer tonto, gritó: “El emperador anda desnudo”, y poco a poco fueron admitiéndolo. ¡Vaya vergüenza!, pensé, la que debió pasar el emperador.

Hace un par de años, en una conferencia, aprendí el hecho que todos tenemos puntos ciegos. Son llamados así, pues no podemos percibirlo nosotros mismos. Es tan natural y tan parte nuestra, que jamás reconoceremos esa debilidad o ese aspecto que pueda incomodar a otros.

Hasta que nos sentimos “seguros” de poder decir las cosas, venimos y nos contamos algunas verdades entre nosotros. Salvo arranque de ira, donde lo decimos, pero de manera hiriente y poco constructiva.

Darme cuenta de que todos tenemos puntos ciegos, y que muchas veces esos puntos nos estancan, es algo que me ha hecho crecer mucho, pues es una medicina poco sabrosa, pero que todos deberíamos tener el valor de tomar.

Cuando usted le agarra confianza a alguien es que le dice “al principio me caías bien mal”, ¿le ha ocurrido? A mí, siempre me dicen cosas así que me sirven para trabajarlas, pero no siempre la gente tendrá la confianza de decírselo.

Peor aún es cuando nos rodeamos de aduladores, como el caso del emperador. Donde nadie tuvo el valor de decirle que, realmente, le estaban tomando el pelo con el traje invisible. ¡Ocupamos en realidad que nos digan cosas así! Y es que en política ocurre mucho eso, muchos servidores se rodean de aduladores que le crean una burbuja de mentira, la cual explota cuando la realidad lo sobrepasa todo y no queda otra que aceptar que las cosas no son como creemos.

Para ello, he aprendido que es bueno rodearse de gente que uno sepa que de verdad le tiene estima a uno y consultarle ¿qué punto piensas que debo mejorar? Eso sí, ¡alístese!, y esté dispuesto a escuchar un sinnúmero de cosas que usted no pensaba que tenía.

Usted nunca le debería preguntar eso a alguien que le tiene mala espina o sabe que le cae mal. ¡Se aprovechará de ello! Pero alguien leal y de confianza, ¡pregúntele! Yo he podido descubrir cosas en mí, que aún hoy sigo en el proceso de mejora, pero gracias a ello he descubierto muchos puntos ciegos en mí.

¿Por qué ser valiente y hacerlo? Porque es como una encuesta de mejora. Y uno necesita saber siempre, aquello que no sabe.

Como emprendedor, pregúntese ¿cuáles son sus puntos de mejora? Como pareja, pregúntele a su cónyuge, ¿qué cosas debería mejorar?, (y se coloca una medalla de honor al mérito) pues su pareja sí le dirá las cosas que debe mejorar.

Como colaborador de una empresa, pregunte siempre, ¿qué cosas hago que podría hacerlas mejor? Ese hábito de crecer y mejora constante lo llevará siempre a destacar y a un nuevo nivel.

Más allá de propósitos y mejoras de Año Nuevo, de un paso más allá y descubra qué cosas en usted podría mejorar. ¡Le prometo que será como el jarabe de bacalao! Poco agradable, pero la mejora será enorme.

Por Enrique Zaldívar
2050 Comunicaciones

 

Enrique Zaldivar
Enrique Zaldivar
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