“Aprenderás que no importa en cuántos pedazos tu corazón se partió, el mundo no se detendrá para que lo arregles”, nos asegura William Shakespeare. Y es tan cierto y solo nos pone a recordar la primera vez que sentimos que no íbamos a poder seguir avanzando al ritmo de la vida porque tal vez nos sucedió una de esas tragedias que parecen no tener final.
Recordamos la manera en que nos sentíamos; como si nuestro mundo interior se hubiera detenido. Pero inmediatamente nos dábamos cuenta de que el mundo exterior continuaba como si nada. Los autos seguían su camino, la gente transitaba las calles como si nada, la televisión y la radio continuaban su transmisión habitual y nosotros no podíamos creer que eso fuera posible, es como si a nadie le importara lo que nos sucedía en ese momento.
Y es que así mismo es. No importa cuán bien o mal le esté yendo en este momento, los problemas o alegrías que estemos experimentando, lo bien o fatal que nos estemos sintiendo, o aún si seguimos estando o ya no. El mundo y la vida seguirá su curso con o sin nosotros. Entonces y tomando en cuenta esto, tal vez sea importante que también nosotros podamos seguir el curso de nuestros deseos, de nuestras metas, de las cosas que son importantes para nosotros, sin importarnos tanto, lo que opine el mundo.
Ah porque, mientras usted esconda muy bien debajo de su “mascarita” sus miserias, todo estará muy bien y hasta “grandes amigos” le salen de todos lados, para “acompañarlo” mientras esté hundido en ese pozo. Pero apenas usted se decida a salir de ahí y ser feliz de acuerdo con lo que usted y no otros, quieren, entonces verá como a esos supuestos amigos ya no les gusta tanto la idea y cómo el mundo de repente pone los ojos en usted para señalarlo, juzgarlo y hacerlos sentir como un desgraciado egoísta que solo piensa en sí mismo.
Por eso es importante prestar atención a lo que nos dicen personajes importantes de la psicología como Fritz Perls, por ejemplo. Este controversial, pero acertado teórico, nos asegura que debemos ponerle mente a la manera en que estamos encaminando nuestras vidas. Debemos reconocer si todas esas reglas, límites y demás nos los hemos puesto nosotros mismos, según nuestro propio criterio o si, por el contrario, son creencias que hemos tomado prestadas de nuestra familia o la sociedad en la que nos tocó vivir.
Esto incluye también romper cadenas de comportamientos que parecen fijadas en roca porque todo el mundo en nuestro círculo los repite de generación en generación. Se trata de sentarse de vez en cuando lejos de todos los distractores para analizar y si es posible, tomar nota de quiénes somos verdaderamente, a qué aspiramos de verdad, qué es eso que queremos dejar de hacer y qué lo que verdaderamente queremos comenzar a hacer.
Solo sabiendo esto podremos encaminarnos a al destino para el que fuimos hechos y apartarnos de ese que otros han decidido claro, porque nosotros mismos les hemos dado el poder de hacerlo. Tomemos en cuenta de que, así como hemos dado permisos que no debimos haber dado, así mismo… podemos quitarlos.