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jueves, mayo 16, 2024

El juicio del mono revisado

Hace un siglo se llevó a cabo en Dayton, un oscuro lugar de Tennessee, Estados Unidos, un juicio contra un profesor de escuela por el delito de “enseñar en sus clases la Teoría de la Evolución”.

Una arcaica legislación local lo prohibía, contradiciendo la Enmienda No. 1 de la Constitución norteamericana que garantiza la libertad de culto y, también, la de no creer en nada.

Bautizado popularmente como “El Juicio del Mono”, atrajo la atención de todo el país.

Aquellos creyentes y su explicación creacionista contrataron los servicios de un prestigioso abogado, tres veces candidato a la Presidencia de la República y fanático religioso llamado William Jannings Bryan, experto en la Biblia.

La otra parte no se quedó atrás, consiguiendo para la defensa a un abogado, Clarence Darrow, conocido en todos los Estados Unidos por sus victorias ante casos perdidos de antemano, casi un mito del foro.

Los más importantes periódicos de toda la nación y radioemisoras enviaron a sus mejores reporteros, miles de turistas y curiosos abarrotaron el pequeño pueblo que, durante la duración del juicio, se convirtió en la capital nacional de la noticia.

De repente, de la noche al día, Dayton fue conocido a nivel nacional e internacional, era el primer juicio que ponía frente a frente, en los tribunales, la ciencia contra la religión.

Al abogado defensor se le negó el testimonio de científicos y arqueólogos, acorralándolo contra la Biblia.

El hombre fue obligado a defender a su cliente utilizando únicamente la Biblia, cuyos postulados creacionistas habían dado base para la demanda.

Aprovechó todas las inconsistencias que pudo encontrar, inclusive aquellas que retan el juicio y sentido común y realmente no lo hizo mal.

Pasajes como el de Jonás y el pez grande (¿ballena?), Josué deteniendo el Sol sin otras consecuencias físicas en los mares y montañas por semejante cambio en las condiciones gravitacionales del planeta, según la Biblia, para conservar la luz por mayor tiempo para vencer en el campo de batalla.

Cómo medir en días la Creación si antes de ella no existían los días.

En algunas ocasiones, el abogado de la defensa puso en ridículo al acusador y, en general, a los creacionistas.

Al final, el maestro fue condenado a una multa simbólica de cien dólares que luego fue rebajada a un dólar, sentencia que fue apelada por la defensa.

Eso, en resumen, es el Juicio del Mono, tema de discusión que perdura hasta la fecha entre los fanáticos creacionistas y los que apoyan la ciencia.

Hay quienes creen que una serpiente puede hablar y otros que piensan que las únicas serpientes que hablan son algunos políticos.

Otros sostienen que al Arca de Noé subió una pareja de cada una de las especies de animales existentes y otros preguntan abiertamente que cómo fue que llegaron los pingüinos a la Antártica desde el lugar en donde descansó el Arca (Medio Oriente) y cómo sobrevivieron al enorme calor que debe haber habido dentro (nada dice la Biblia sobre aire acondicionado en el Arca).

Y más aún, cómo hicieron los canguros para llegar a Australia (separada por más de 5 mil kilómetros de océano) y por qué razón sólo allí existen.

En el pasado, durante varios siglos, quienes dudaban sobre la Biblia eran mandados a la hoguera en nombre del Dios del perdón y el amor de los unos a los otros. En 1925 se les perseguía en los tribunales y ahora, en la era moderna, son castigados por los fanáticos religiosos con el señalamiento público, olvidando que existe algo llamado libre albedrío que, curiosamente, al ejercerlo, condena al fuego eterno a quienes no creen en esas fantasías, todo precisamente por el mencionado Dios del perdón.

¿Cuál es el sorprendente final del Juicio del Mono?

Recientemente, investigadores pudieron comprobar que todo, la demanda, la defensa, el juicio, la sentencia, multa, etc., no fue otra cosa que un magistral truco publicitario concebido y realizado por un tal George Rappleyea, magnate de las minas de carbón locales, quien convenció a otros empresarios de Dayton para que montaran el espectáculo del juicio, con lo que colocarían al pueblo en el mapa mundial, beneficiando los negocios durante el juicio y en los años posteriores.

Rappleyea tuvo la visión de saber tocar la tecla de la religión y aprovechar el fanatismo al máximo, tal y cual lo hacen en la actualidad políticos, sacerdotes, pastores y otros comerciantes del miedo, superstición y las religiones.

Existe una magnífica película -bastante vieja muy apegada a la realidad- llamada “Heredarás el viento”, en la cual se plasma con mucho realismo lo sucedido, a pesar del tiempo y por la permanente actualidad del tema, vale la pena verla.

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