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martes, abril 30, 2024

Don Napoleón y las virtudes de la rutina

En el 2006 publicamos un artículo titulado “Trabajar para no envejecer”. En esa ocasión comentamos cómo “el proceso de envejecimiento, de por sí traumático, ahora se torna más deprimente ante la perspectiva de que las empresas, presionadas por las exigencias del comercio internacional y de la creciente competencia, parecen sentirse obligadas a mantener solamente personal joven.” También comentamos cómo esa tendencia parece que no la entienden algunos de los grandes empresarios del mundo que con el paso de los años más bien parecen volverse más dinámicos, más aventureros y exitosos, citando los ejemplos de Warren Buffet, Carl Icahn y Rupert Murdoch, entre otros.

También citamos ejemplos de varios empresarios hondureños y notábamos cómo “Napoleón Larach, también en sus setentas, decidió cambiar de profesión y convertirse en banquero.” Desde esa época don Napoleón jamás abandonó los hábitos y las rutinas que contribuyeron a su éxito en los negocios, y nunca renunció, durante todo ese recorrido, a los valores que caracterizaban su liderazgo en diversidad de negocios. Se trataba de un ejemplo de responsabilidad social empresarial antes de que esta fuera objeto de trofeos o reconocimientos públicos, usando su capacidad profesional para generar trabajo, riqueza, bienestar social y como forma de completar el ciclo que representa una vida verdaderamente productiva.

Lo visitábamos ocasionalmente. No había necesidad de hacer cita pues sabíamos que estaría trabajando, como lo había hecho por décadas, y que nos recibiría sin mucho protocolo. Él nos atendía sonriente, ameno y nos preguntaba sobre diferentes temas del país. Nunca inquieto, jamás lo vimos revisar su reloj o distraerse por su celular. La verdad es que la visita siempre fue por dos razones: para preservar una amistad heredad de nuestro padre y para aprender de quien nos superaba sobradamente en experiencia y en muchos otros aspectos que solo se logran con el tiempo.

Recordamos una ocasión, cuando él preparaba el lanzamiento de un diario, nos invitó para consultar nuestra opinión de un formato vanguardista en el ámbito de la prensa escrita, tanto en forma como en contenido. Finalmente, el periódico se publicó, introduciendo una innovadora forma de periodismo que, desafortunadamente, no consiguió perdurar no por falta de calidad, sino porque se adelantaba a su época. Nos confesó que su anhelo era usar ese medio como mecanismo para construir un mejor país, lo cual siempre estaba presente en sus pensamientos.

La noticia de su muerte nos impactó profundamente pues ese mismo día habíamos ubicado un libro que gentilmente nos prestó y que queríamos devolver y comentar con él. Pero la providencia nos negó esa última plática. Nos queda ahora recordar su legado de trabajo, disciplina y perseverancia, así como un ejemplo de las virtudes de una rutina verdaderamente productiva. Y es que la rutina ahora no goza de mucho prestigio pues para todo se espera cambio, vértigo, inmediatez, sorpresa e imprevisibilidad. Sin embargo, la rutina es conservadora y tiende a anclarnos a un entorno tranquilizador.

Logramos escuchar a uno de sus hijos relatar que el día de su deceso don Napoleón fue fiel a su rutina de trabajo, caracterizada por iniciar el día antes de que saliera el sol, pero concluyendo con su retorno a casa temprano para disfrutar de su familia después del deber cumplido. Esa era la misma rutina que sirvió para hacer grande a San Pedro Sula, con un pueblo madrugador y laborioso. Por supuesto que esa adherencia a una rutina nunca limitó el espíritu creativo de don Napoleón.

Quienes mantienen rutinas consistentes disfrutan de una ventaja significativa sobre aquellos sin hábitos establecidos. La previsibilidad y regularidad de sus actividades diarias les brindan orden y propósito, evitando el aburrimiento. Esta ausencia de aburrimiento también favorece la productividad al proporcionar un marco temporal para optimizar la eficiencia y alcanzar un equilibrio saludable entre trabajo y ocio.

Aunque la rutina a menudo se asocia con la monotonía, para quienes la adoptan con conciencia, se convierte en un poderoso mecanismo de autodisciplina. Al establecer hábitos saludables y consistentes, las personas “rutinarias” fomentan el desarrollo de la fuerza de voluntad y la capacidad de mantener el rumbo hacia sus objetivos a largo plazo. Estamos seguros de que don Napoleón se fue satisfecho de haber logrado esos objetivos y que quienes lo conocimos estaremos siempre inspirados por su ejemplo.

Correo: [email protected]

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