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viernes, abril 26, 2024

De la biotecnología del maíz ancestral a la mutación transgénica

El maíz de la tortilla que usted está comiendo fue “inventado” por los antepasados que habitaron estas tierras, hace casi hace 9,000 años. Como ve, es una planta domesticada por el hombre.  Me refiero a los antiguos habitantes del México prehispánico.

¿Cómo pudo suceder esto? Según los entendidos, surgió del cruce de una planta llamada Teosinte (náhuatl teōcintli) o madre maíz, planta silvestre del género Zea, con otra de pocos granos, el maíz de aquella época, para generar una nueva planta.  Esta mezcla supuso agregar “un solo gen” para obtener el maíz (Zea maíz) que hoy conocemos; una verdadera proeza biotecnológica.

Investigaciones genéticas y arqueológicas desarrolladas por científicos de la Universidad Autónoma de México y otras instituciones señalaron el momento de la combinación de ambas plantas, concluyendo con que el nacimiento del maíz fue aproximadamente hace 8,700 años, cerca del Rio Balsas en Guerrero, México. Los nahuas de Mesoamérica lo llamaban Centli, y durante su propagación por el continente americano adquirió nombres como choclo, jojoto, corn, milho, elote y maíz. Solo en México hay más de 64 razas y 20 variedades existentes.  Los autóctonos “diseñaron su propio alimento” muchos años antes del nacimiento de la civilización occidental.

Paralelo a los hechos, la leyenda indígena maya de “los hombres del maíz” cuenta que pasó mucho tiempo en que los dioses intentaron crear el hombre nuevo, y después de mucho meditar seleccionaron el mejor material para la creación: tomaron mazorcas de maíz y con ellas elaboraron una masa blanca con la cual formaron cuatro hombres: Balam Quitza, Balam Acab, Ma Macutah e Iqui Balam. Los nuevos hombres eran inteligentes, podían correr, pensar y amar el maíz con el que fueron creados. Este ingrediente llenó su esencia, se volvió su sangre y formó su corazón. Los dioses contentos poblaron la tierra con hombres de maíz, les enseñaron a respetar la naturaleza, a sembrar la tierra y a no olvidarse de venerar a los dioses que los crearon. El maíz y la civilización caminarían de la mano.

Hoy, la historia de producción natural del maíz cambiará con la “invasión” de las semillas transgénicas. El maíz tradicional autóctono, y las tecnologías que este trae aparejadas, desaparece poco a poco y es remplazado por el maíz modificado.

¿Cómo surge el maíz transgénico?  El maíz RR (Roundup Ready), resistente al glifosato (Liberty Roundup), es una invención de la empresa Monsanto. Se diseñó junto con otras variedades para resistir a las plagas, siendo comercializado por la misma empresa.

Es a partir de 1996 que, en México y Centro América, nacen las primeras plantaciones con semillas de maíz transgénico, bajo la promesa de producir una mayor cantidad de maíz por hectárea cultivada, para “paliar el hambre” y, sobre todo, generar más beneficios económicos “colectivos” … Aunque ya sabemos quién es el que más gana siempre.

Pero no todo queda aquí, las plantas transgénicas demandan herbicidas y plaguicidas que la compañía dueña de la patente vende para su cultivo, desarrollo y cosecha, volviendo esclavos a los campesinos quienes todas las temporadas tienen que adquirir esas semillas e insumos para poder producir su maíz.  Si no se usan estos, el ciclo productivo se termina. Con este procedimiento, automáticamente, el dueño de la patente genera un monopolio sobre las semillas y lo que más adelante comeremos. Curiosamente, las plantas genéticamente modificadas, y debido a la polinización, invaden los campos vecinos, y el maíz originario plantado muta a transgénico, lo que resulta nefasto ya que no hay control efectivo para parar este y otros procesos.

Las consecuencias del consumo de ese maíz modificado genéticamente no están nada claras: se habla de riesgos para la salud, cáncer, malformaciones genéticas, abortos espontáneos, alergias, recombinación de virus y bacterias, y otras enfermedades derivadas.

Respecto a este tema, hay un caso que llamó la atención alrededor del mundo: es el de un estudio de la Universidad de Caen (Francia), encabezado por el científico Gilles-Éric Séralini, en el que se demostró que el uso de maíz transgénico en la alimentación de organismos vivos es nocivo para la vida. Esto fue puesto en evidencia gracias a un experimento realizado con ratas que, después de dos años de ser alimentadas con maíz modificado genéticamente, presentaron tumores irreversibles y murieron. Si son ciertos o falsos los argumentos sobre las consecuencias de consumir alimentos modificados genéticamente, será necesario investigar en estudios independientes.

El gobierno de México prohibió el maíz transgénico desde finales del año 2020, y negociaba con el gobierno de Estados Unidos un acuerdo para evitar una guerra del maíz; recientemente se ha retractado en su iniciativa anti transgénica. Los ambientalistas mexicanos le piden a su presidente que no ceda ante las presiones de Estados Unidos de América, pero la realidad económica señala que la mayor cantidad de semillas de maíz existentes en el mercado son transgénicas. El negocio de los transgénicos es muy pujante, ha crecido en un 86% en la última década, según datos del Departamento de Agricultura de EEUU.

Según la FAO, para el año 2050 seremos 9,000 millones de habitantes en el planeta, el mundo no está preparado para alimentar a tantas personas. Tenemos que decidir cómo nos alimentaremos en los años venideros: transgénico o natural. Está claro que lo ancestral importa cada día menos, pero los mayas seguirán siendo “los hombres del maíz”.

Por José R Reyes, abogado.

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