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martes, mayo 7, 2024

SIN VENDAS: La mirada triste

Jesús Pavón

De regreso de la chamba en el rapidito, cuando aún la tarde nos recuerda el calor del trópico, esa modorra sutil que medio se espanta a veces con el cafecito de las tres, cuando los perfumes y efluvios del jabón por la mañana, ya ratos dieron paso al sudor agrio y uno que otro aletazo, olor de pueblo sudado, trabajador pero sudado, como casi todos en estas tierras… pues, viniendo de la chamba, bien macaneados y apretujados, sentados cinco donde caben dos y diez donde caben cuatro, me llamó  la atención la mirada triste de mi compañera de apretazón, mire, me dijo ella por debajo de la mascarilla, ya casi nadie la usa aquí, ¿el qué?, le dije algo inquieto, la verdad ya ratos me la había quitado para sentir el aire que entraba por la ventana al transitar a velocidades endemoniadas y sin ningún respeto por las leyes de tránsito, como es costumbre en estos transportes.

El uso de la mascarilla, me dijo, ahh le respondí yo, es que ya no hay virus, ella me vio con esos ojos profundos, negros y oscuros, cabal como cuando uno mira una poza en el río y no se le ve fondo, no sabe uno qué hay adentro y hasta donde llega, igualito sentí yo.

Es lo malo dijo ella, que la gente se acomoda y se le olvida, yo, me dijo, trabajo desde hace tiempo en salud, desde que eran mares de gente ajustada que llegaban a buscar ayuda, casi sin resuello, cuando conseguir un chimbo de oxígeno era una bendición, vi a muchos irse de este mundo “boquiando” como pescados, vi tanto miedo en tantos ojos que sabían que se iban, gente joven, dizque sana, como si les robaran la vida por delante, vi viejos agónicos sufrir la muerte lejos de sus queridos, en fin, vi tanto que ya no puedo olvidar. Todavía recuerdo que la gente rogaba por una vacuna y mire ahora, me dijo señalando con los ojos, nadie con mascarilla y como que les estorba y hasta la van a quitar. Ya nadie se quiere vacunar y si uno les ofrece, más bien lo quieren insultar. Hasta andan la bola que a final de mes ya no será obligatorio usarla, como si fuera ahorita, me dijo riéndose. Es que ya no hay virus, le repetí confiado, eso cree usted papa, me respondió ella, esa papada no acaba, sigue mordiendo feo, sigue matando, en otros países, aunque no lo crea, siguen guardados y hasta hay nuevas olas, pero aquí muy bien gracias…

Si no hay casos, por qué no hacen las pruebas y las poquitas que hacen las hacen a destiempo y, claro, salen negativas, sin pruebas, ¿cómo van a contabilizar positivos?, me dijo. Aún sigue ese virus, aun es grave y aún mata, pero aquí ya se nos olvidó. Supongo que hemos vivido con plagas peores, la pobreza, la corrupción, el dengue, la malaria, el hambre, usted haga la lista que es grande y seguimos vivitos muchos, es que cuesta matarnos, aseguró, pero este virus el problema es que no mata al joven, bueno casi siempre mata al abuelo o la abuela, al padre o madre ya “camulianes”, o los que tienen alguna enfermedad “de chemís”, como diría mi hijo. Ese es el problema y si supera esa vaina, queda uno topado del pulmón, o del corazón, montón conozco que no pueden ni trabajar porque con un lápiz que agarren ya les falta el aire.

Esa gripita, como dicen que es ahora, si no lo mata a uno lo deja tullido, eso sí es fijo. Cuando la quiten, me dijo ella, la obligación de usarla, no sea papo, úsela siempre que ande en el rapidito, en la oficina y al ir al mercado, donde sienta usted que el aliento de otro esta cerquita a usted, eso se pasa por el aire y no por tocar un objeto, lávese las manos y no se toque los ojos me dijo, pero úsela por decisión suya, ¿no ve que aqui todo se hace por la dichosa política y se pasan por el arco del triunfo los estudios de los que saben? De plano al hijo de alguna alta poporoila le estorba y por eso la van a quitar me explicó. Eso es lo que pienso, dijo con sus ojos tristes, he visto tanto y conozco la tristeza de lo que hace que por eso le comento, para que usted no viva lo que he vivido, para que usted sepa de esta vieja lo que puede pasar, de los que mandan no espere mucho, si hasta los triajes van a quitar en plena pandemia, a ellos les interesa más cómo se reparten la torta, ¿qué les importa una tendalada de paisanos enfermos? Si ni medicina tienen, peor intenciones de mejorar…

Yo, pensativo, me le quedé mirando y quedito me subí la mascarilla, me la puse y vi alrededor, vi dos güirritos mocosos y tres señoras tosigosas y con la doña y ahora yo, éramos cuatro con mascarilla y solo pude pensar, lo admito, se le olvidó la ignorancia, la otra pandemia que tenemos…

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