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Honduras
martes, abril 23, 2024

Señales del fin

No nos referimos a expresiones escatológicas, más bien al fin de la paciencia del pueblo hondureño. Ya se ha desplazado al Centro Cívico Gubernamental una protesta de pobladores cuyas tierras son invadidas, robadas y vendidas sin los respectivos canales legales. Si no se aplica la justicia en este caso (debería tratarse para ayer de la flamante Corte Suprema de Justicia recién instalada), sumará al desborde de un pueblo que no desea la descomposición social y cualquier sociólogo experto lo puede ver, aunque quizá crea que se ve demasiado lejos, sin embargo, eso ya es signo de otra cosa que está realmente mucho más cerca de lo que podemos percibir.

Es un tema complejo y multifacético que ha afectado a muchos sectores de la sociedad hondureña. Se refiere a la ocupación ilegal de terrenos públicos o privados por parte de personas o comunidades que no tienen los derechos legales sobre las tierras en cuestión.

Las causas son diversas, e incluyen la falta de acceso a la tierra y la vivienda, la pobreza, la desigualdad socioeconómica, la corrupción, la debilidad del sistema legal y la falta de aplicación efectiva de las leyes. Muchas personas en Honduras no tienen acceso a una vivienda adecuada, lo que ha llevado a algunas personas a invadir terrenos públicos o privados como una forma de asegurar un lugar donde vivir.

También puede ser el resultado de intereses económicos y políticos de grupos poderosos que buscan apropiarse de la tierra para su propio beneficio, a menudo a expensas de las comunidades más vulnerables. En algunos casos, la invasión de tierras ha llevado a conflictos violentos entre las comunidades afectadas y las autoridades locales o los propietarios de la tierra.

Es importante destacar que en Honduras es un problema complejo y que se requiere de soluciones a largo plazo. Se necesitan políticas y programas efectivos para abordar las causas subyacentes incluyendo la implementación efectiva de leyes de propiedad y tenencia de la tierra, el acceso a crédito y asistencia técnica para los pequeños agricultores, y el desarrollo de programas de vivienda asequible para las personas más vulnerables. Además, se necesita un esfuerzo concertado de todas las partes interesadas para abordar el problema y encontrar soluciones sostenibles y justas para todos los involucrados.

Ese es el ideal, el plan normal que cualquier Gobierno fuerte y sensato haría, sin embargo, son pocas las voces oficiales que tocan el tema con soluciones y sensatas y más bien se dedican a ventilar públicamente una sarta de estupideces, creen que enviando un piquete de policías o soldados resolverá el problema, que es algo que tiene raíces más profundas y derivaciones con tentáculos más poderosos que un escuadrón de hombres podrían lograr resolver.

También en Honduras tenemos un reloj del fin, y todos, empresa privada, estudiantes, pobladores en especial, debemos hacernos un nudo en busca de la paz y de la justicia y no atender a esos pseudolíderes que solo promueven la incertidumbre.

EditorialSeñales del fin

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