Si usted ya inspira a otros, ya está liderando. Y es que en San Pedro, es común que los emprendimientos nazcan en casa, con ayuda de la familia o de uno o dos colaboradores cercanos. En estos negocios, muchas veces no hay organigramas ni cargos formales. No existen departamentos ni oficinas privadas, y rara vez hay una persona que se identifique como “el jefe”. Lo que sí hay es alguien que lleva la iniciativa, que empuja el negocio, que resuelve los problemas cuando se presentan.
Esa persona — probablemente usted— ya está ejerciendo un tipo de liderazgo, aunque no se lo haya planteado así. Y es justamente ahí donde entra el valor del liderazgo transformacional, pero desde una perspectiva distinta: no como una posición de autoridad, sino como una práctica diaria de inspiración y ejemplo.
Usted no necesita llamarse gerente para liderar bien. No necesita haber hecho una maestría para enseñar lo que sabe. Si ya tiene experiencia resolviendo problemas con clientes, manejando redes sociales, organizando entregas o superando momentos difíciles, entonces tiene conocimiento útil que puede compartir con quienes le rodean. Y compartirlo bien —con respeto, con humildad, con el deseo genuino de que el otro también crezca— es una de las formas más poderosas de liderazgo que existen.
Muchos emprendedores locales no se ven a sí mismos como líderes, porque han aprendido que liderar es mandar. Pero esa es una visión limitada. En realidad, liderar es formar. Es guiar. Es motivar con acciones, no con órdenes. Por ejemplo, si usted tiene una persona que le ayuda con las entregas y usted nota que a veces se retrasa, no se trata de regañar, sino de preguntarse qué sabe usted que él o ella aún no sabe.
¿Conoce rutas más rápidas? ¿Tiene estrategias para evitar el tráfico o para organizar los pedidos por zonas? Entonces enséñelas. Eso es liderar. Si vende por redes sociales y ha aprendido a responder de forma efectiva, a usar imágenes que atraigan, o a dar seguimiento a los mensajes, muestre cómo lo hace. Invite a que los demás lo intenten.
No es cuestión de imponer su manera de hacer las cosas, sino de compartir lo que le ha funcionado y dar espacio a que otros también propongan.
En un negocio pequeño, la cultura del equipo no se impone con reglamentos: se construye con actitudes. Y en un entorno como el nuestro, donde el estrés económico, la inseguridad y la incertidumbre son parte del día a día, tener a alguien que mantenga una actitud positiva, que sea claro con sus expectativas, que reconozca los esfuerzos del equipo y que anime a mejorar, puede marcar la diferencia entre un negocio que aguanta y uno que se apaga.
Liderar sin ser jefe también significa estar dispuesto a aprender con los demás. No todo debe venir de usted. Puede abrir espacios para que las personas compartan ideas, por sencillas que parezcan.
Una sugerencia sobre cómo atender mejor, una observación sobre qué clientes regresan o no, o una idea sobre cómo mejorar un producto o el empaque. Esas ideas muchas veces vienen de quienes están en contacto directo con el cliente o con el proceso operativo.
Escucharlas no es perder autoridad. Al contrario: es mostrar inteligencia y respeto. Y cuando alguien siente que su voz es escuchada, se compromete más, trabaja mejor y cuida más el negocio como si fuera suyo. Otro aspecto fundamental es saber reconocer.
No hace falta dar bonos o premios caros. A veces, una frase como “esa fue una muy buena idea”, “me gustó cómo resolviste ese problema” o “confío en lo que decidiste” tiene un efecto mucho más profundo. Porque en muchos trabajos, especialmente los informales o pequeños, lo que más falta no es el dinero, sino la valoración.
Cuando usted reconoce a alguien, está sembrando lealtad. Y un equipo leal es uno de los activos más valiosos para cualquier emprendimiento. Aplicar un liderazgo transformacional desde un negocio pequeño también implica formar a los demás para que un día puedan asumir más responsabilidades.
Si usted está solo en la toma de decisiones, su emprendimiento tiene un límite. Pero si logra que alguien más sepa cómo organizar los pedidos, cómo responder una queja o cómo planificar una compra, usted está construyendo un equipo que puede crecer con el negocio, y que puede sostenerlo incluso si usted se ausenta un día.
Por eso, si usted es emprendedor y siente que no tiene “un equipo” formal, no se preocupe. Si trabaja con su pareja, con su hijo, con un amigo o con alguien del barrio, ya tiene un equipo. Y lo que necesita no es un título de jefe, sino una decisión diaria de compartir lo que sabe, de aprender con humildad, de reconocer lo bueno y de corregir con respeto. Esos pequeños actos construyen un liderazgo que transforma.
En una ciudad donde muchas PYMES nacen con más voluntad que estructura, pensar en liderar desde el ejemplo, desde la colaboración y desde el deseo de que todos crezcan, es una de las formas más eficaces de asegurar que su negocio no solo sobreviva, sino que evolucione. Porque al final del día, el éxito de su emprendimiento no dependerá solo de lo que usted haga, sino de lo que logre que otros también aprendan a hacer.