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jueves, mayo 2, 2024

Navegando con inteligencia emocional para lograr las metas

Los jóvenes universitarios, al finalizar exitosamente sus estudios, adquieren habilidades técnicas que les permiten resolver problemas específicos en sus respectivas áreas laborales. Sin embargo, muchos se enfrentan a la realidad de que el éxito no se limita únicamente a los conocimientos adquiridos durante su formación académica. Por esta razón, resulta fundamental que, desde edad temprana, en las escuelas hasta llegar a la universidad se subraye la importancia del desarrollar la inteligencia emocional (IE).

El reconocido psicólogo norteamericano Daniel Golman, autor del libro “La inteligencia emocional, por qué es más importante que el coeficiente intelectual”, inicia con esta reflexión ética que se le atribuye a Aristóteles (384 a.C y 322 a.C) famoso filósofo griego que vivió la mayor parte de su vida en Atenas. Aristóteles, ética a Nicómaco, señala que: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno. Con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

Goleman expone que la inteligencia emocional debe inculcarse desde la niñez, expone ejemplos de programas en escuelas en los Estados Unidos que tienen asignaturas que refuerzan estos siete aspectos:  confianza, curiosidad, intencionalidad, autocontrol, relacionarse con los demás, capacidad de comunicar y cooperación que la define como la capacidad de armonizar las propias necesidades con las de los demás en las actividades grupales.

La inteligencia emocional resulta crucial en un mundo caótico, en el cual no podemos controlar cada variable que nos rodea, a pesar de las leyes y reglas establecidas por la sociedad. Los recién egresados se encuentran en situaciones laborales que exigen el manejo adecuado de sus emociones. El logro de metas no siempre depende del coeficiente intelectual más elevado o de talentos especiales, sino de la capacidad para no descuidar aspectos como las habilidades blandas: comunicación asertiva, trabajo en equipo, colaboración, entre otras.

En la actualidad, muchos individuos ocupan puestos directivos no solo porque dominan aspectos técnicos de la empresa, sino también porque son capaces de trabajar eficazmente con un equipo diverso y talentoso. Estos líderes comprenden cómo motivar y mantener el entusiasmo de sus colaboradores, lo que los convierte en agentes de cambio y transformación.

A nivel de país, se observa como la mayoría de los líderes políticos no logran motivar al pueblo que los respalda. Por el contrario, asfixian a su propia población con actos de corrupción y políticas públicas inapropiadas. De manera similar, si una empresa no se esfuerza por crear y mantener una cultura organizacional basada en valores como la honestidad, la responsabilidad y un trato humano entre colegas y líderes, se perderá la motivación y por ende la lealtad al negocio.

Aunque la tradición empresarial a menudo prioriza el logro de objetivos sobre el bienestar del recurso humano, muchas personas, ya sea en roles gerenciales o no, aplican en su vida laboral lo que han aprendido en sus hogares y en sus comunidades religiosas: tratan de ser personas confiables, respetuosas y empáticas. Esta actitud es un valor agregado para cualquier empresa o entidad, incluso si la cultura organizacional no lo reconoce como prioridad.

Por lo tanto, mantener y fortalecer la inteligencia emocional no es algo superficial, una tendencia o una moda pasajera. No deberíamos avergonzarnos de poner en práctica valores como la empatía, saber escuchar, pensar antes de habla o mejor dicho cuestionarnos si nuestras palabras edificarán o perjudicarán a los demás, a veces es mejor guardar silencio y respirar hasta diez.

La combinación de la inteligencia emocional y la resiliencia promueve un entorno laboral saludable y fortalece la capacidad de los individuos para mantener la claridad y el enfoque positivo en situaciones estresantes, fomentando así equipos sólidos y organizaciones más adaptables y exitosas.

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Para los jóvenes, encontrar modelos a seguir positivos y líderes inspiradores que marquen la diferencia puede resultar complicado. Por ello, es crucial que las universidades y otras instituciones educativas promuevan activamente la inteligencia emocional en sus programas académicos.

Es de suma importancia reflexionar acerca de la atención que el sistema educativo presta a la inteligencia emocional. De manera inadvertida, podríamos estar propiciando la formación de personas que tienden hacia el egoísmo y la agresividad, centrándose exclusivamente en la satisfacción personal en detrimento de los demás.

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