22.3 C
Honduras
jueves, junio 19, 2025

¿Entre ruinas?

“MAGNÍFICO editorial –mensaje de una amiga lectora– rescatando esos mensajes de dos grandes políticos uruguayos”. “Pero aparte de las juiciosas reflexiones sobre esas etapas de la historia en el Uruguay, que sirven de lección a la propia realidad de la política nacional, me encantó la forma en que uno de ellos cierra citando ese poema del escritor mexicano. ¿Sería posible algún análisis adicional sobre el alcance de esas bellas palabras?”. (Se refiere –entra el Sisimite– a un fragmento del “Himno entre ruinas”, incluido en la sección, “Hacia el comienzo” del libro “Ladera este” escrito por Octavio Paz. Este poema es una de las notables piezas –densa y simbólica– de su obra, entrelazando reflexiones filosóficas y sensoriales sobre el tiempo, la conciencia, el lenguaje y la poesía. -Bueno –interviene Winston — el pasaje completo es este: “¡Día, redondo día,/ luminosa naranja de veinticuatro gajos,/ todos atravesados por una misma y amarilla dulzura!/ La inteligencia al fin encarna, se reconcilian las dos mitades enemigas/ y la conciencia-espejo se licúa,/ vuelve a ser fuente, manantial de fábulas:/ Hombre, árbol de imágenes,/ palabras que son flores que son frutos que son actos”).

(Este fragmento –vuelve el Sisimite– aparece también en la antología “El fuego de cada día”, donde el autor reunió una selección de sus poemas. -Pues bien –interviene Winston– con la asistencia de algunos textos de crítica literaria lo primero que diríamos es que Octavio Paz, “medita sobre la reconciliación de las dualidades humanas –razón y sensibilidad, conciencia y cuerpo– y cómo, a través de la poesía, la inteligencia se encarna y la conciencia se transforma en un manantial creativo”. “La imagen del “hombre, árbol de imágenes” sugiere la capacidad del ser humano para generar sentido y belleza a través del lenguaje poético”. “El título “Himno entre ruinas” es una paradoja: Un “himno” –expresión celebratoria, vital, luminosa– ocurre entre ruinas, es decir, entre los restos del pasado, la decadencia o el colapso”. Ello sugiere desde el inicio “un intento de hallar sentido, belleza y reconciliación incluso en el derrumbe”. “El poema escrito en 1948, en Nápoles, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando Europa estaba literalmente entre ruinas. Aunque encierra también un sentido metafísico y espiritual: las ruinas del alma, del lenguaje, del pensamiento escindido”. -Las primeras tres líneas del poema – ilustra el Sisimite– “comienza con una exaltación de la unidad del tiempo”. “El día es una esfera perfecta, redonda, sin fisuras: unidad y totalidad. La imagen de la naranja con sus “veinticuatro gajos” alude a las horas del día: todos los fragmentos del tiempo atravesados por una misma sustancia, una “dulzura” compartida”. “No hay contradicción entre los momentos; hay armonía”. -Las dos siguientes –recita Winston– “La inteligencia al fin encarna/, se reconcilian las dos mitades enemigas”. “Se produce una encarnación de la inteligencia, o sea, el pensamiento abstracto se vuelve cuerpo, vida, experiencia. Esta encarnación implica una reconciliación de contrarios: lo racional y lo sensible, lo consciente y lo instintivo, lo masculino y lo femenino, lo espiritual y lo corporal”).

(“Y la conciencia-espejo se licúa,/ vuelve a ser fuente, manantial de fábulas” –declama el Sisimite– “la conciencia como espejo es pasiva, refleja la realidad pero no la crea”. “Al “licuarse”, se disuelve la rigidez del yo, y la conciencia se vuelve creativa, fluyente, como una fuente. Ya no es un receptor sino un emanador de sentido”. “La mente humana vuelve a su estado originario: el mito, la fábula, la imaginación”. -“Hombre, árbol de imágenes,/ palabras que son flores que son frutos que son actos” –ilustra Winston– “para culminar con una visión orgánica del hombre: no como máquina pensante, sino como ser que florece imágenes, que da frutos poéticos y éticos”. “Las palabras no son solo sonidos, sino flores (belleza), frutos (concreción) y actos (efectos reales). El lenguaje crea, transforma, actúa”. -¿Cuál sería –pregunta el Sisimite– el significado filosófico y poético? -Por supuesto –filosofa Winston– la reconciliación de dualidades: “El autor busca que pensamiento y emoción, poesía y conocimiento, sujeto y mundo dejen de estar enfrentados”. “El lenguaje no debe limitarse a describir; debe recrear el mundo. La palabra poética es una acción transformadora”. “El tiempo no es lineal ni fragmentado, sino un círculo armonioso, como la naranja”. “La imaginación como fuente de realidad: En lugar de ser una evasión, la imaginación es la vía para comprender y reconciliarse con el mundo”. -El estilo –agrega el Sisimite– es celebratorio y místico, ya que es un canto “un himno”, no una queja, que evoca la posibilidad de la unidad. -Las imágenes sensoriales –concluye Winston– “en el uso de colores, sabores (“naranja”, “dulzura”), texturas (“licúa”, “manantial”) que activan los sentidos del lector”. “El lenguaje simbólico: Las metáforas (día/naranja, hombre/árbol, palabras/flores) condensan significados universales”. “En medio del derrumbe de la civilización (las ruinas), el poeta no se resigna, sino que canta la posibilidad de una reconciliación radical entre las fuerzas fragmentadas del ser. La poesía, es ese manantial interior donde el hombre vuelve a florecer como árbol de imágenes. Es un himno, sí… pero también una profecía de renacimiento”).

 

Más Noticias de El País