POCO le importó a la próxima presidenta de México –sudando calenturas ajenas, para que nadie se equivoque sobre quién sigue mandando allá– desairar al Rey de España –que, hasta el cetro, la espada y la corona había empacado– avisándole que ni se le ocurriera asomar el cacho a su toma de posesión.
Algo que, dicho sea de paso, no solamente es un agravio al Rey –a quien hay que reconocer el aprecio especial que ha demostrado a los pueblos hispanoparlantes, haciendo acto de presencia en muchísimas de sus desgracias y en todos los cambios de gobierno, desde épocas en que era todavía príncipe y no rey– sino una ofensa a todo el pueblo español.
“La Constitución española reserva al monarca la más alta representación del Estado en el ámbito internacional”. “Desde que asumió la Jefatura del Estado hace diez años, Felipe VI ha asistido a 17 tomas de posesión”.
“La primera fue, precisamente, a la de López Obrador en diciembre de 2018”. (“Como príncipe, don Felipe representó a España en otras 69 ceremonias, por lo que en total suma 86 presencias en relevos en el poder de mandatarios de países latinoamericanos con base democrática”).
La razón ofrecida por “la reemplazo” de AMLO –solo que parecería que, si bien ella va a gobernar, será él quien seguirá mandando– de solo invitar al presidente del gobierno español –que tampoco va por considerarla una afrenta al Estado español– y echarle bola negra al Rey, fue porque, con motivo de la celebración de 200 años de independencia de México, este no contestó una carta personal de López Obrador conminándolo a pedir “una disculpa por los agravios causados durante la conquista de México”.
(¿Qué sería que igual golilla no tuvo con Trump –si ni pío decía– cuando este lo humillaba diciéndole que México pagaría por la construcción del muro fronterizo, ni cuando le impuso sanciones arancelarias hasta obligarlo detener de tajo las caravanas de migrantes forzándolas a quedarse en México, y a negociar un nuevo TLC en condiciones más desventajosas para los mexicanos?).
O sea, regresando a la grosería al Rey, ¿la Corona española sería la responsable de “las tropelías cometidas contra los pueblos indígenas en México” durante la conquista, hace más de cinco siglos? «Estas diferencias con el gobierno de España no se tienen con el pueblo español” –dijo la Claudia Sheinbaum, en un comunicado– “estamos hablando de diferencias con la monarquía española”.
Pero qué falta de consistencia en el discurso. O sabe la diferencia entre pueblo y gobierno, (entre lo que es el pueblo y un alto dignatario del régimen) o no sabe, o se confunde o lo utiliza a conveniencia. Cuando hicieron mutis al robo reciente de las elecciones perpetrado por la autocracia venezolana –avalando más bien la continuidad de la tiranía– Claudia justificó que aquel silencio obedecía al respeto del principio de no injerencia y de “la autodeterminación de los pueblos”.
Si el pueblo votó y ganó el opositor –hoy expatriado en España– el respeto a la autodeterminación de los pueblos, ¿no sería reconocerle al pueblo venezolano ese triunfo y no al que se lo robó? (Ello es, no confundir el sebo con la manteca). O es una cosa o es la otra. Si la Corona española, en el caso de España, es cosa aparte y el pueblo es otra, entonces, en el caso de Venezuela, la autocracia venezolana sería una cosa aparte y el pueblo otra.
Además, en lo que toca al agravio al Rey, ridículo sería culpar a la Corona actual por lo sucedido siglos atrás mientras que lo de Venezuela es algo reciente, acabadito de ocurrir. Es absurdo –¿no les parece?– no diferenciar entre el pueblo y el régimen autocrático continuista que, haciendo uso de la fuerza bruta, no entrega al legítimo ganador. (¿Y vos crees –tercia el Sisimite–que al pueblo mexicano le importe un bledo que el Rey de España no le haya respondido a López Obrador esa su carta, medio insolente, exigiéndole pedir disculpas? Por lo que Hernán Cortés, –y su violenta incursión– Pedro de Alvarado, Cristóbal de Olid, entre otros, hicieron, no hicieron, o dejaron de hacer, siglos atrás.
¿O que el pueblo mexicano salga a las calles a festejar que no hayan invitado al Rey de modo que no vuelva a pisar tierra azteca mientras no pida perdón, de rodillas, hincado frente al altar de la Virgen de Guadalupe, por acontecimientos del lejano pasado? -De paso –ironiza Winston– si de coronas se trata, solo falta que también se les antoje exigir a la Corona española pedir disculpas por la ocurrencia de la Reina Isabel I de Castilla, de haber despachado a Cristóbal Colón.
Antes se celebraba el Día de la Raza, pero con el pasar de los años y por ese complejo de víctimas, pasó de moda el festejo en las escuelas –y se apearon la estatua del audaz navegante genovés– pero siguen dando el feriado, sin que ya nadie sepa a qué “raza” se refiere ni de qué se trata).