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viernes, abril 19, 2024

CUADRANDO EL CÍRCULO: Ayudante de albañil

Si no hiciera lo que hago, me hubiese gustado construir…con piedra, no como el demagogo que con paja teje o hila sueños para la letrina, tampoco como el mercantilista que en una casa visualiza un negocio no un hogar, menos el pedante ingeniero con ínfulas de empresario que por su exiguo salario se esmera en llegar a fin de mes. Puede parecer hipócrita, pues más que hablar me gusta escribir, más que ignorar me agrada aprender y leo, y por eso me encantaría saber y poder erigir con mano propia la casa donde vivir y en la cual edificar tantos sueños y anhelos en mi cabeza.

Sí, sí, como el humilde, esforzado y asoleado albañil, su atribulado ayudante, o el experimentado -casi sabio en esas lides- y consuetudinario “engomado” o con permanentemente resaca maestro de obra que sin poseer un techo propio construye los ajenos.

Pero no, ignorante de la arquitectura y de la ingeniería y además consumado desconocedor de la “carpintería del oficio” -como escribió Gabriel García Márquez- divago articulando letras para construir oraciones y articular ideas. Nada rentable eso, pero sí gratificante y satisfactorio, casi para sentirse feliz, aunque sea por breves ratos.

Frustrado constructor de ladrillos que soy, desde hace algún tiempo escucho, veo y leo sobre quienes expresan su mucha preocupación por la carencia de miles de hondureños especializados en algún oficio o actividad artesanal para desarrollar rubros de la industria constructora por demás importante para el desarrollo social y económico del país.

Igual, a diario los medios de comunicación, algunos más que otros, en sus reportes u ofertas de empleo, informan de la búsqueda infructuosa y de la necesidad de mano de obra de todo tipo y en cualquier negocio o empresa.

No es que no existan o que no hubo esos obreros, pasa que muchos seguramente impedidos por la pobreza, la inseguridad, el alto costo de la vida y el desempleo han emigrado -en su mayoría a los Estados Unidos- buscando en tierra ajena una vida digna que no pueden tener en su terruño.

Cotidianamente los productores del agro, cafetaleros, azucareros, ganaderos, meloneros, avicultores, camaroneros, dueños de talleres de mecánica, sastrerías, o zapaterías, se quejan de la carencia de mano de obra que no encuentran porque con la que venían sosteniendo sus emprendimientos ya no está porque los mató la delincuencia, los sacó del país la pobreza con sus calamidades y consecuente necesidad, o se los llevó la esperanza por vivir mejor en otro país diferente al suyo.

Según esos informes de los medios de comunicación o estudios de los que viven de las consultorías, la situación se agravada y se complica por la escasez de trabajadores que parece que será eterna porque los que emigraron planean no volver y su descendencia mientras se programa para hacer lo mismo e irse, no estudia ni aprende, y entre su culto de acólitos de “Bad Bunny”, de adictos estúpidos del reguetón, de la droga y la pandilla, y además víctimas de los embarazos prematuros y del crimen, diluyen su vida y su tiempo entre Messi, Ronaldo y su majestad el Tik Tok.

En medio de esa situación reflexiono que desde hace mucho tiempo, ahora más con desmedida frecuencia, la albañilería ha sido tan descalificada desde que cualquier acusado para enmascarar su oficio delictivo o criminal y hacerse ver como un honesto trabajador y laborioso ciudadano, ante la prensa y los jueces se declara de “oficio ayudante de albañil”.

Siendo así, los que verdaderamente trabajan de sol a sol, pala y cemento en mano para edificar algo habitable, ciertamente parecen escasear, mientras en las cárceles, los juicios y en las calles abundan los “ayudantes de albañil” que destruyen vidas y construyen muerte.

Igualmente, con títulos universitarios y maestrías, y sueldos de directores y ministros, en la burocracia proliferan, exceden y sobran también otros “ayudantes de albañil” que de corbata, de diferentes formas y complicidades delinquen y matan cuando se burlan de la población al birlarse los recursos públicos. Como si fuera poco y quizá en una jerarquización de los entre los violentos de los dizque “colectivos” sus voceros o comandantes cuando les preguntan en qué trabajan y de qué viven responden ser “maestros de obra”.

Todos esos demonios, imputado o no, la mayoría miembros de pandillas o maras, de partidos políticos, iglesias y gremios, capturados y posteriormente condenados por rosario de crímenes algunos espeluznantes e inconcebibles, en su afán de hacerse aparecer como dulces angelitos o mansas palomas se declaran como asistentes en la industria de la construcción y con esa autodenominación de ayudantes de albañilería esos delincuentes no solo descalifican tan noble y virtuoso oficio, sino a los auxiliares que se dedican a ese menester.

Herbert Rivera C.
[email protected]

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