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jueves, mayo 9, 2024

Cooperar en medio de la desconfianza

La desconfianza que se genera entre los ciudadanos y los gobiernos ha comenzado a romper el delicado tejido social que nos ha mantenido con cierta fraternidad hasta hace algunos años. En Honduras, esa desconfianza es generada por el mismo sistema político que durante más de 40 años de vida democrática no ha podido resolver los graves problemas que nos aquejan y que, según como van las cosas, empeorarán en los años venideros.

Los gobiernos han perdido el interés en promover un efectivo funcionamiento institucional que permita a los ciudadanos participar de las bondades del sistema. Por “bondades” entendemos los medios institucionales que hacen posible las aspiraciones de la realización humana, entre ellas, la justicia, la seguridad, el crecimiento económico, el empleo y los servicios como la salud y la educación.

Lo que tenemos hasta ahora es una grave situación que ha roto no solo la confianza en el sistema político, sino también entre nosotros mismos. Si la política trata “del estar juntos los unos con los otros de los diversos”, como bien decía Hannah Arendt, es porque los tratadistas clásicos vislumbraron la complejidad de un sistema social en el que participamos con propósitos diferentes, que echamos mano de los medios disponibles con tal de ver satisfechas nuestras necesidades y realizadas las aspiraciones más caras, respetando, eso sí, los linderos normativos entre unos y otros. De modo que la democracia fue concebida bajo estas previsiones de las diferencias, en la que solo la cooperación puede hacer las veces de amalgama, o lo que los sociólogos denominan simplemente como “cohesión social”.

Un sistema político que brinda los medios adecuados para que los individuos se realicen es menos propenso al conflicto. A cambio, los individuos cooperamos con las instituciones, respetando las reglas para que surja un equilibrio, si bien no exento de dificultades, al menos que asegure la sobrevivencia en los momentos más apremiantes.

Pero, cuando el sistema político rompe las reglas del pacto, tal como lo vemos en este momento de desdicha nacional, entonces los individuos buscamos reparar lo perdido o alcanzar lo inaccesible por las vías que sean. Y he ahí el peligro, puesto que cuando buscamos salidas desesperadas, es justamente cuando debemos tener la mayor de las cautelas para no terminar resquebrajando el sistema. “La desconfianza, decía Theodor Adorno, precipita soluciones desesperadas”.

La desconfianza de los ciudadanos con las instituciones y los partidos políticos, demanda que, entre los miembros de la sociedad civil, busquemos apoyos de reciprocidad y confianza, al menos en los asuntos más elementales que atañen a nuestra existencia: en la comunidad, con la familia y los amigos, y hasta entre los oponentes en pensamiento y afiliación política. Es la única manera de salir avante en lo que hacemos, si no queremos ver estropeadas las ilusiones para los años venideros.

Mientras llega el día que nos toque elegir a los mejores y resarcimos los daños infligidos por un sistema deshumanizado, debemos sembrar la semilla de la concordia entre nosotros, al menos para que cuando nos toque decidir a través del voto, lo hagamos con sobriedad, respeto y madurez. Y para mostrarles a los políticos de lo que somos capaces cuando nos proponemos cambiar las cosas, porque somos el soberano y la razón de ser de la política.

(Ver artículos en latribuna.hn)

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