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Honduras
domingo, abril 28, 2024

BIEN COMÚN: Recuperar el diálogo

Rodolfo Dumas Castillo
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Resulta increíble que, mientras el mundo sufre una crisis descomunal, nuestros políticos aún se mantienen en “modo electoral”. Actualmente la humanidad enfrenta formidables retos sanitarios, climáticos, alimentarios, energéticos, económicos, educativos y humanitarios, algunos hasta con rasgos apocalípticos, pero en Honduras la agenda mediática y el debate nacional giran alrededor de interminables conflictos entre facciones políticas que no comprenden la magnitud ni logran medir la gravedad de la situación que se nos aproxima. Creímos que después de las elecciones la polarización terminaría, perdurando únicamente el debate de ideas y el disenso constructivo, ambos normales y necesarios en una democracia. Esperábamos una oposición política propositiva, sobre todo después de tanto daño causado a la institucionalidad y al bienestar general de la nación. Eso no ocurrió y hoy predomina la arenga partidista, la recriminación, la descalificación y la competencia de egos, a pesar de que la enorme mayoría de pueblo reclama unidad nacional y soluciones concretas a tantas carencias. Hasta las propuestas más consecuentes con las necesidades del país son desechadas y sus proponentes sumariamente desacreditados; como que resultara más ventajoso satanizar las iniciativas en lugar de mejorarlas o de encontrar espacios de concordancia.

La lista de desafíos es interminable. En materia ambiental no basta culpar al mundo industrializado por su desproporcionada responsabilidad contaminante, debemos desarrollar procesos para combatir el cambio climático o por lo menos mitigar sus efectos. La economía no resurgirá solo recordando las gigantescas pillerías del pasado reciente, requiere construir un clima de negocios apto para la inversión nacional, en primera instancia, y que esta sirva para atraer capitales extranjeros. Para lograr desarrollo humano no basta recordar como la corrupción desvió millones a bolsillos de particulares, se deben establecer reglas claras que propendan a una productividad que genere ganancias al emprendedor, pero cumpliendo con estándares modernos que garanticen ingresos dignos y reduzcan las groseras inequidades actuales. Los esfuerzos anticorrupción deben multiplicarse con la meta de erradicar la impunidad y disuadir el cohecho, impulsando también reformas y mecanismos que prevengan la corrupción pública y privada, incluyendo leyes de cumplimiento normativo (‘compliance’), protección de denunciantes y muchas otras que han demostrado efectividad en todo el mundo. En salud se requieren medidas excepcionales y decisiones heroicas para atender a una población desprotegida y que ahora enfrenta nuevas enfermedades, con presupuestos extraordinarios para responder a las necesidades actuales y también para preparar la infraestructura que requeriremos para la próxima emergencia sanitaria. La seguridad alimentaria no será posible sin incentivos a la agricultura, transferencia de tecnologías, fuentes de financiamiento especiales para el agro, control de inundaciones y seguridad jurídica en la tenencia de la tierra. Ninguno de estos temas tendrá avances significativos sin reformas profundas al sistema educativo en todos sus niveles. Se debe recuperar el tiempo que nos robó la COVID-19 y educar a las nuevas generaciones para que cuenten con las habilidades y conocimientos que exige la economía globalizada “postpandémica”.

El constante antagonismo en las redes sociales no representa, ni por cerca, lo que en realidad vive o exige el pueblo. Por eso, los otros medios de comunicación (escritos, radiales y televisivos) tienen la responsabilidad histórica de guiar a la nación en esta etapa tan compleja, evitando alimentar la confrontación y obligando a quienes formulan propuestas a fundamentarlas técnica y profesionalmente, es decir, asegurándose que prevalezcan las ideas sobre los insultos y que se analice lo que nos une en lugar de aquello que polariza, estimulando a quienes buscan reconstruir esta generosa nación que ha soportado embates inmisericordes de la naturaleza y de sus gobernantes. Con diálogo civilizado y compromiso patriótico podemos unir esfuerzos para resolver estos y muchos otros asuntos y así lograr un estado más equitativo y próspero. En cuanto al oportunismo y egoísmo de muchos políticos solo nos queda recordar que Alexis de Tocqueville señalaba que quienes gobiernan “casi nunca tienen otros límites que los impuestos por la opinión pública” y que estos “no son sino lo que la nación les obliga a ser”. Por eso, el cambio inicia en cada uno de nosotros, desechando rencores y pasando a una visión pragmática que nos permita recuperar el diálogo y, a través de este, la esperanza de un mejor país.

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