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viernes, abril 19, 2024

BIEN COMUN: Agilidad empresarial

Hace algunos días comentábamos los retos que enfrentan actualmente las MIPYMES, sobre todo dentro de un contexto mundial que las ha orillado a un enfoque cortoplacista, debilitando la planificación a mediano y largo plazo, obstaculizando sus posibilidades de crecimiento y limitándose a funcionar en modo de mera supervivencia. Esa conducta reactiva es particularmente riesgosa para empresas que operan en economías restringidas por enormes trabas burocráticas y altos costos de operación (como Honduras), pero que al mismo tiempo están expuestas a las incertidumbres e intempestivas fluctuaciones de los mercados globales. Por eso insistimos que las empresas deben prepararse para enfrentar un mundo cada día más volátil, incierto, complejo y con múltiples ambigüedades, siendo vital que los empresarios entiendan estas circunstancias para amortiguar el impacto en sus negocios.

Con la pandemia el mundo comenzó a transitar caminos sinuosos y misteriosos, llegando a una realidad casi anárquica que obliga a las empresas a tomar decisiones sobre asuntos que no siempre se pueden resolver con opciones binarias, sino que exigen desarrollar un abordaje diferente para poder gestionar y resolver los desafíos diarios. Para ello es importante optimizar su capacidad de adaptarse, para responder a los cambios de manera ágil y eficaz, sin abandonar los principios que guían a la organización. Algunos autores han propuesto aptitudes que podrían servir para fortalecer esa capacidad empresarial en contextos de mayor incertidumbre, de los que la obediencia, la diligencia y la competencia nos parecen más relevantes.

La primera está relacionada con la capacidad de seguir instrucciones y políticas institucionales, algo que en nuestra cultura no siempre resulta fácil y generalmente requiere de esfuerzos sostenidos en capacitación y medidas disciplinarias; quienes la logran consolidar se aseguran de que la organización honrará sus valores más preciados. La diligencia también es compleja en nuestro entorno, pero las empresas que consiguen que sea parte integral de su cultura garantizan un compromiso con los objetivos organizacionales. La experiencia es la que permite conjuntar habilidades para hacer las cosas bien y solo se alcanza con el tiempo. Todas estas competencias generalmente son reactivas a los incentivos internos de las empresas y sirven para fortalecer el estatus quo, es decir, perfeccionar lo logrado en el pasado.

Sin embargo, para responder apropiadamente a los momentos inciertos o variables actuales, las empresas y sus integrantes también debe contar con “competencias adaptativas” (también identificadas como competencias emergentes o de plasticidad empresarial). Sin perjuicio de que existen otras, nos parece que las más relevantes son la iniciativa, la audacia y la creatividad. La iniciativa genera la posibilidad de impactar a las empresas con los emprendimientos generados por los mismos colaboradores; es la proactividad que sirve de base para esta y usualmente es impulsada por las motivaciones provenientes de la alta dirección. Dirigir empresas con audacia, no consiste en ser temerario o contravenir reglas fundamentales de negocios, sino que es el enérgico apoyo para conquistar metas empresariales y se basa en los cálculos que un administrador realiza cuando toma decisiones, apoyándose en su juicio instintivo. Se trata de pensar “fuera de la caja”, pero sin olvidar que la caja existe.

Finalmente, la creatividad, que por mucho nos parece la más importante, se basa en la capacidad real para diagnosticar el origen de los problemas y ofrecer soluciones con alternativas diferentes a las conocidas. Como hemos expresado en muchas ocasiones, la creatividad es precedida por la imaginación y es la que posteriormente nos permite alcanzar la innovación. Esta aprovecha el instinto humano de crear cosas nuevas y resolver desafíos o dificultades. Esta debe promoverse desde la infancia y reforzarse en todas las etapas de la vida pues es la que permitirá sobrevivir como entidades empresariales, especialmente cuando se trata de negocios de naturaleza familiar. El conjunto de las competencias reactivas, como base para consolidar lo construido en el pasado y las competencias adaptativas para construir el futuro, son la clave para despertar toda la creatividad humana que propenda en la empresa la competitividad en los entornos volátiles que enfrentará gracias a su plasticidad.

Para las empresas no resulta tan sencillo explotar la creatividad como mecanismo para adaptarse a un mundo que cambia constantemente. Cuando observamos su comportamiento notamos que la creatividad es cohibida por excesivos controles, auditorias, prevención de riesgos y por el seguimiento de las normas o políticas establecidas que, seguramente, han sido vitales para el éxito de la organización en el pasado. Esto conlleva a una paradoja muy relevante de resolver para facilitar la sostenibilidad empresarial donde irremediablemente la creatividad será una competencia necesaria. Conocemos muchas empresas hondureñas de amigos, clientes y familia que cuentan con muchas de estas capacidades pues han logrado crecer en un ambiente sumamente complicado. Queda claro que si dicho entorno se mejora las posibilidades para el país serían infinitas.

Rodolfo Dumas Castillo
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