21.3 C
Honduras
viernes, mayo 17, 2024

A quien corresponda: cuidar el patrimonio cultural es un deber

La noticia circuló en el mundo a través de las agencias internacionales de prensa y en los medios nacionales lo reportaron, confirmando que un voraz incendio consumió un edificio que data más de 500 años, construido en periodo de la conquista, ahí funcionó la Audiencia de los Confines, en la ciudad de Gracias, departamento de Lempira. Actualmente albergaba la curia diocesana y el Obispado de la Iglesia católica. Afortunadamente, el siniestro no causó pérdidas humanas que lamentar, todavía se desconoce qué causó el incendio que dañó la histórica edificación la madrugada del 14 de agosto de 2023.

Con mucha tristeza e impotencia, decenas de profesionales de diferentes áreas: Historia, Cultura, Arqueología, Medicina, Humanidades, Arquitectura, Negocios, entre otros, comentábamos en un chat de WhatsApp lo lamentable y cuestionable que en Honduras no se cuide ni preserve el patrimonio cultural. En medio de la conversación, surgieron algunas opiniones referentes a la desidia en las autoridades responsables de preservar estos tesoros nacionales, que conste estos comentarios no tienen tintes políticos o partidistas, porque lo que ocurre en nuestro país no es cuestión solamente de la presente administración, sino más bien de un sistema de negligencia sistemática que ha imperado por décadas.

El patrimonio cultural, según la Unesco, tiene un valor universal, representa la historia, el arte o la ciencia de una nación e inclusive algunos son declarados patrimonios de la humanidad, lo que significa que ya no pertenecen a un país por el hecho de estar en su territorio, pero representan un gran valor para el planeta. En Honduras contamos con el Parque Arqueológico de Copán, clasificado como patrimonio mundial y el otro es la Biosfera del Río Plátano, considerado patrimonio natural.

Actualmente, existe una iniciativa liderada por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras que busca incluir otros sitios hondureños como patrimonio mundial: la Fortaleza de San Fernando de Omoa, Cortés, construida por los españoles en el siglo XVIII, la Cueva del Gigante en Marcala, La Paz, un lugar poco conocido, pero con un gran significado arqueológico, data del año 9480 A.C. y el Real de Minas, pueblos donde estaban localizadas las minas del rey de España, ahora son pueblos turísticos.

Por otra parte, el robo de reliquias y objetos religiosos en Honduras para venderlos en otros países, es algo que está documentado en el libro editado por Brodie, Morag y Walker (2006) en el cual publican un capítulo escrito por Luke y Henderson (2006) titulado “El saqueo del Valle del Ulúa, Honduras y un análisis del mercado para sus antigüedades”. De modo, que es un secreto a voces la existencia de una red que trafica tranquilamente estos artefactos con valor histórico y cultural, pero que para ellos es simplemente un botín, como podrían llamar los conocedores de este tema, un fetichismo, una ovación a los artefactos culturales, por el valor monetario establecido por coleccionistas privados.

Hay también otro aspecto a considerar, pero que está más relacionado con la destrucción de forma deliberada de los monumentos y símbolos históricos, porque no están alineados a una forma de pensamiento en particular, como destaca en su artículo (Navarret Cálix, 2017, 2020).  Los monumentos públicos en Tegucigalpa: de lugares de memoria oficial a objeto de violencia popular, la autora presenta como “las disputas por justicia simbólica, como la erección o destrucción de estatuas en los últimos veinte años, son sintomáticos de una fractura histórica cuyo proceso sigue vigente”.

La mayoría de la población está luchando por sobrevivir en nuestro país, pero hay una élite de intelectuales, gobernantes y empresarios que pueden hacer la diferencia para conservar el patrimonio nacional, no todo puede ser responsabilidad de la Unesco. La herencia histórica y natural no puede destruirse, verla con menosprecio y abandonar la responsabilidad que conlleva el tenerla en nuestro territorio es un deber. Lo acontecido al edificio histórico en Gracias, Lempira, es un triste recordatorio para que los responsables de preservar el patrimonio cultural, tomen en serio su labor y desarrollen planes que eviten estos lamentables sucesos.

- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: