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jueves, abril 25, 2024

340 mil dioses falsos

Todas las promesas realizadas por todos los dioses, los del pasado y del presente, resultan ser las mismas. Todos (por medio de sus representantes) han ofrecido lo mismo.

La mejor manera es sintetizar esas promesas es por medio de simples preguntas y, de igual manera, contestar con un también y simple sí o no.

Veamos:

¿Terminaron con el hambre?   No.

¿Terminaron con las enfermedades? No.

¿Terminaron con las guerras? No.

¿Terminaron con los asesinatos? No.

¿Terminaron con la pobreza? No.

¿Terminaron con los robos? No.

¿Terminaron con las violaciones? No.

¿Terminaron con las dictaduras? No.

¿Terminaron con las injusticias? No.

¿Terminaron con la maldad? No.

Ni una sola de las cosas realmente importantes que uno puede esperar de un dios ha sido satisfecha.

Entonces, qué vinieron a hacer por estos rumbos si miles de años después de su llegada las cosas siguen iguales, nada ha cambiado.

Eso quiere decir dos cosas, una probable y otra segura.

Al igual que los cocodrilos, que matan para comer, el ser humano es así porque así es, no puede cambiar su naturaleza, nadie puede hacerlo.

Algunos son menos peores que otros, pero no se puede cambiar la misma esencia de su especie, así somos y punto.

Algunas leyes y normas de convivencia a veces logran frenar nuestros instintos naturales, pero eso es todo.

Qué fácil sería para un dios verdadero de un solo plumazo terminar con todos los males, que obviamente han sido creados por él ya que “nada se puede hacer si él no lo permite, ¿cierto?”

La segunda, que es absolutamente segura, es que ninguno de los dioses que se supone han venido en realidad lo haya hecho, lo que nos lleva a la conclusión de que no existen, jamás ha existido ninguno.

Consecuentemente todos los dioses, incluyendo los actuales, son producto de la inventiva humana.

Lo que posiblemente hemos tenido son gente con algunas ideas buenas que han sido tomados por dioses y, quizá muchos otros, que simplemente han sido inventados con fines de lucro, políticos o económicos.

Los reyes de Francia, por ejemplo, decían que habían sido puestos ahí por dios, ¿quién podría dudar de su autoridad?

Los faraones egipcios iban mucho más allá, ellos ERAN dioses, al igual que muchos gobernantes en diferentes lugares a lo largo del tiempo.

Ahora, en estos maravillosos tiempos del despertar del conocimiento, existen muchos que tratan de mantener vivo el recuerdo de esos dioses.

¿Por qué lo hacen? Las mismas razones de siempre: poder y riqueza.

Siempre apoyados en la ignorancia que va quedando entre la gente y que ellos insisten en cultivar, obviamente porque les conviene para conservar su negocio.

No puedo descartar que haya algunos seguidores que, con ideas divinas enquistadas en su cabeza, actúen de buena fe.

Pero eso -tristemente- no convierte en realidad nada. Ninguna fe, por fuerte que sea, puede crear un dios.

¿Imaginarlo? ¡Desde luego que sí!

También creo que otros pueden encontrar consuelo en el rezo y el autosacrificio.

Eso se llama placebo, pero tampoco convierte en verdad la existencia de ningún dios.

Lo que algunos de verdad logran es enriquecimiento personal, basado en el temor y la ignorancia de muchos.

Usted, que posiblemente se encuentra entre el 67% de la población mundial que aún cree en dioses, vuelva a leer las preguntas y respuestas con las que inicié este comentario y, de todo corazón y con absoluta sinceridad piense: ¿Se puede seguir creyendo en algún dios?

Después de tanto tiempo, de tantas religiones y dioses y, sobre todo, después de tantas promesas incumplidas a lo largo de los milenios, ¿de verdad se puede seguir creyendo en la existencia de algún dios, incluyendo el suyo?

La verdadera razón, el motivo real por el cual han sido creados todos los dioses es comprensible.

Como humanos somos perfectamente conscientes de que nuestra vida tiene un límite, al final todos vamos a morir.

¿Quién quiere morir?

¡Nadie!

Por esa razón el ser humano ha creado dioses, para que éstos le den una esperanza de una vida mejor después de la muerte.

Feos, pobres, enfermizos, esclavizados, desgraciados… en la otra vida ¡todo será mejor!

Nadie quiere morir, consecuentemente la ilusión de una vida eterna y perfecta es la mejor razón para crear y creer en dioses: nosotros los creamos, ellos nos dan vida eterna.

Ninguno de todos ellos ha terminado siquiera con una sola de todas las cosas en la lista, ¿verdad que eso tiene que significar algo?

Otto Martín Wolf
[email protected]

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