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sábado, abril 20, 2024

¿Y SI LO VOLVEMOS A PENSAR? Civismo

“El ser humano es un animal racional, capaz de vencer sus propios instintos, cuando lo quiere, usando la razón”. Julcao.

Desde que el hombre nómada, viajando como clan o tribu, se desplazaba en busca de agua, de alimentos o de un clima favorable, fue abandonando su forma de pensar autocrática y busco el consenso de la mayoría calificada, al comprobar que se realizaban mejor las tareas del grupo y se obtenían mejores resultados.

Los pueblos sedentarios contaban con formas de conocer la problemática de la sede y con estrategias, leyes, autoridades y cuerpos del orden, que velaran por la convivencia pacífica del conglomerado.

Nacía la ciudad, civitis, en contraposición al campo, lo rustico, donde cada uno establecía sus normas, no tenía vecinos cercanos y sus acciones no afectaban a nadie.

La humanidad conoció y se relacionó en base a lo que hoy conocemos como la “regla de oro” de la convivencia social, enunciada por cada uno de los pueblos según su idiosincrasia.

Se formuló de una manera negativa. En el judaísmo se decía: «Lo que es odioso para ti, no se lo hagas al prójimo», el zoroastrismo promulgaba: «La naturaleza sólo es buena cuando no se hace a los demás nada que no sea bueno para uno mismo», el confucianismo expresaba: «No impongas a otro lo que no elegirías para ti mismo» y los budistas sostenían: «No hieras a los otros de una forma que tú mismo encontrarías hiriente».

De una forma positiva el taoísmo proponía: «Considera la ganancia de tu vecino como tu ganancia, y la pérdida de tu vecino como tu pérdida», En cambio el hinduismo sostenía: “Trata a los otros como te tratas a ti mismo» o en el mismo judaísmo «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

El cristianismo propone dos textos de Jesús: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo, …, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”; el segundo texto detalla: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman, y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir beneficios, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada. Sed, pues, misericordiosos”.

En el islam se dice: «ninguno de vosotros habrá de completar su fe hasta que quiera para su hermano lo que quiere para sí mismo».”

La regla de oro es la que permite que se establezca el civismo, quien provee las pautas mínimas de comportamiento social  a cada uno de los individuos y los hace  convivir en sociedad de manera civilizada.  Permite al ciudadano establecer una relación armónica, con su localidad, departamento y nación.

El civismo se manifiesta en cómo se comporta la gente y cómo convive en sociedad. Se basa en el respeto hacia el prójimo, el entorno natural y los objetos públicos; la buena educación, urbanidad y cortesía, manifestadas en sus relaciones con los vecinos.

Los vecinos usan continuamente las instalaciones y los servicios de la comunidad y se ven todo el tiempo, por eso, es de vital importancia que haya una buena convivencia entre ellos, es decir, ser educados y amables, de manera que no haya conflictos,  respetarse mutuamente para tener una convivencia agradable y sentirse seguros. Y con ello, gozar de una buena calidad de vida.

¿Será que, si lo volvemos a pensar, aplicaremos en nuestras relaciones familiares y en la comunidad la “regla de oro” de la convivencia humana, para vivir civilizadamente y lograr una mejor calidad de vida?

Julio C. Aguilar
Máster

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