Jamás se convierte en verdad, nunca lo falso puede ser verdadero. No obstante, una mentira repetida innumerables veces puede ser creída por muchos y, para ellos, convertirse en verdad. Pensemos en algo sencillo; San Nicolás por ejemplo.
Los niños a quienes desde pequeños se les hace creer en su existencia y extraordinaria generosidad. ¿Creen semejante mentira? Desde luego, sobre todo porque generalmente proviene de las personas a quienes (de momento) le tienen más confianza en el mundo: Sus padres.
Ahí tiene; una mentira convertida en verdad (en una etapa de la vida) para millones de personas. Hay otras mentiras más grandes y que permanecen durante más tiempo, a veces durante toda la vida, generalmente ligadas a cuestiones que tienen que ver con creencias y supersticiones.
Por ejemplo; todo aquél que diga que las brujas existen obviamente está mintiendo, ya que (aparte de algunas personas horribles que parecen brujas y que uno encuentra fácilmente en la calle) la brujería no existe, no hay mujeres ni hombres con poderes mágicos, se trata de una mentira basada en supersticiones viejas muy afianzadas.
Tampoco existen los duendes, los espantos, los zombies ni los vampiros. Pero ¿cuántos en realidad creen en eso? Le garantizo que a lo largo del mundo son millones los que aún en esta época de progreso científico y de enorme desarrollo en el conocimiento y de liberalidad en las comunicaciones -que debería de servir para reducir o eliminar esas supersticiones- es casi seguro que en un amplio sector de la población mundial han aumentado.
En la campaña política que se desarrolla en los USA, nada menos que el candidato a la vicepresidencia por el Partido Republicano, ha declarado públicamente que algunos emigrantes ilegales que llegan a ese país están robando gatos y perros, los cuales cocinan y se comen.
¿Le creen? ¡Claro que sí! Al menos un sector de su partido. No muchos se detienen a estudiar la realidad de esas aseveraciones, pero, como son dichas por alguien famoso -o de su simpatía- las creen y nadie puede sacarlo después de sus cabezas.
Donald Trump es el campeón mentiroso de los políticos de todos los tiempos. Personas y entidades que se dedican a comprobar si lo que ha dicho desde que se introdujo en la política es cierto o falso hasta el momento tienen una cifra de 54 mil mentiras (¡cincuenta y cuatro mil!) incluyendo las dichas cuando fue presidente.
El hombre tiene carisma entre una gran parte del pueblo norteamericano, eso es innegable. En la campaña anterior -que perdió contra Biden- aseveró que, en los sótanos de ciertas pizzerías en el área de Washington, los del Partido Demócrata llevaban niños secuestrados y se los comían.
No todos, pero muchos creyeron esa barbaridad, al grado que un grupo de sus seguidores, armados con escopetas y revólveres, irrumpió en una pizzería para “rescatar” a las víctimas.
Todos fueron enviados a la cárcel y procesados por asalto a mano armada. Veamos la situación:
Ellos creyeron una mentira que se convirtió en parte de su verdad y actuaron en consecuencia.
En el prestigioso vecindario de Beverly Hills, en Los Ángeles, en la mansión de un multimillonario encontraron un sótano enorme, más de cien habitaciones, con todos las comodidades y lujos, incluyendo piscinas subterráneas, y gran cantidad de celdas en las cuales tenían encerradas ochenta mujeres las que poco a poco asesinaban y luego lanzaba sus cadáveres al océano profundo, desde una flotilla de helicópteros.
¿Verdad que me la creyó? Es porque una mentira dicha entre algunas verdades también adquiere la calidad de real.
Esa es otra táctica y técnica empleada por algunos políticos, hombres de negocios y gente normal, tanto en los USA como aquí en casita y en todo el mundo.
Intercale mentiras con verdades y todas posiblemente pasarán a ser reales para algunos.
Existen más de doscientas mil personas que creen que la Tierra es plana. Ese convencimiento llega al grado que hasta ha costado la vida a algunos desquiciados que han fabricado aparatos peligrosísimos para comprobarlo.
¿Cómo pueden creer algo así? ¿Cuántos hay que creen en la existencia de un cielo, un infierno y hasta un purgatorio? Son muchos más.
¿Cuántos hay que creen mentiras de ese calibre y convierten esos inventos en parte de su vida?
Y cuántos hay que, sabiendo que existen tantos creyentes incautos, se aprovechan de ellos para sacarles dinero.
Hay algunos que han traspasado sus humildes casitas a nombre de predicadores y otros farsantes, convencidos que el camino al cielo se paga con dinero, en muchos casos el 10% de sus ingresos (diezmo).
¿Los dioses necesitan dinero? Noup! Pero los farsantes se las ingenian para convencer a los incautos. Una mentira bien dicha se puede convertir en verdad para algunos.