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jueves, abril 25, 2024

Trabajar por la paz

Existe la promesa de la bienaventuranza o bendición eterna para las personas que hacen el trabajo por la paz y que, curiosamente, los principios de estos son precisamente no buscar recompensas más que la satisfacción de ver a sus hermanos convivir en armonía como premio supremo. Se dice fácil, pero en estos tiempos, en especial en nuestra patria tan lastimada, es muy complejo y hasta peligroso, ya que los violentos, los injustos lo toman por el lado equivocado, se creen juzgados por cualquier iniciativa pacifista y se cobran con sangre cualquier cosa que vaya en contra de su forma injusta de ser. Pero en realidad quienes les juzgan es la propia conciencia, la voz interna que sabe muy bien que hay tiempo para corregir esa maldad y que hoy en Honduras nos tiene escondidos en nuestras casas o nos hace salir de ellas con la consigna de la buena voluntad de Dios para regresar sanos y salvos.

Trabajar por la paz es mucho más complejo de lo que cualquiera puede pensar, eso lo saben los perseguidos por esa causa ya que, incluso, hasta son inmolados y su sangre riega nuestro suelo y lo vuelve infértil, de allí la incapacidad de salir adelante ya que la realidad espiritual es tal: una realidad. El hecho de no ser tangible, como el oxígeno que se respira, no implica que no sea real y sí se pueden ver sus efectos.

Sin embargo, cuidado con los lobos vestidos de ovejas, ya que es una de las maneras de enarbolar la bandera de la justicia social que se abrogan grupos politizados, ideologizados y la convivencia entre hermanos permite pensar a la manera de cada quien, pero con respeto y esos simplemente agreden a los demás que no piensan como ellos, por eso la dificultad de trabajar por la paz.

Desde el punto de vista de nuestra realidad, los gobiernos latinoamericanos frecuentemente enfatizan el orden democrático y pacífico en la región. Estas afirmaciones se basan en dos desarrollos: primero, a excepción de Cuba, la región ha experimentado procesos de ‘democratización’ desde principios de la década de 1980. En segundo lugar, desde la década de 1990, una serie de guerras civiles de larga duración han terminado con acuerdos negociados y sin una recaída en la guerra. Con base en un análisis tan superficial, América Latina puede ser percibida como un ejemplo exitoso del modelo liberal de construcción de paz. Sin embargo, aunque América Latina se ha democratizado y ha terminado con las guerras, sigue siendo la región más violenta del mundo. Este artículo argumenta que la democratización y la construcción de paz se concentraron más en cambios formales que en el abordaje de los problemas estructurales que reproducen las diferentes manifestaciones de la violencia. Un enfoque en la interacción entre ambos procesos proporciona evidencia tanto de las posibilidades como de las limitaciones del cambio.

Todo ello denota que se debe hacer mucho más y a pesar de ese maquillaje de “paz”, la violencia persiste debido a la desigualdad que debe ser denunciada ya que ese es el caldo de cultivo, tanto de populistas como de anarquistas de cualquier línea de pensamiento. Se debe seguir trabajando por la paz, cueste lo que cueste, valdrá la pena ya que quien lo haga será bienaventurado.

EditorialTrabajar por la paz

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