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sábado, abril 20, 2024

SIN VENDAS: Artabán

Mire, dijo el anciano, ahorita ya termina el año, ya se celebra el final del viejo y la venida del nuevo, se queman monigotes como esperando que con el humo que sube al cielo y el estampido de los cohetes se le eche carrera a la mala suerte, el miedo y la angustia que hemos tenido, nos despedimos del año viejo con la esperanza de un nuevo mucho mejor, igualito como nos pasó, esperanzados a algo nuevo nos quedamos, pero ya ve usted…

También, según dice la tradición, se celebra la de los Tres Reyes que, guiados por la estrella, pero no la solitaria, ni la roja de los camaradas, me dijo con una sonrisa pícara, guio a esos hombres ilustres, al mero mero recién venido a esta Tierra, se llegaron ellos con respeto y cariño para celebrar el nacimiento de nuestro Señor.

Eso es digno de admirar la verdad, pero a mí lo que más me conmueve la historia de Artabán, el otro rey que también fue convocado, pero en el camino dio sus regalos a los que más lo necesitaban e, incluso, como que terminó en la chirona por ser un hombre bueno, como treinta años se echó guardado, parece, y cuando salió, solo fue a presenciar la crucifixión de un hombre santo, el mismo niño que no pudo ver en su venida solo al irse de esta Tierra. La cosa es, me dijo, que el rey este, sin un cinco, ya viejo y sin nada que ofrecer, se arrepintió por no llevarle joyas y especies al nuevo rey, pero este le dijo que él había dado los mejores regalos, ayudó al prójimo y demostró el amor para sus iguales, esos fueron los regalos que él dio, eso me dijo el viejo, es lo que más importa, no es el consumo desenfrenado, no son las joyas o las comilonas, no son los perfumes o las bebiatas, lo que importa, el Rey de Reyes vino a dar amor, a dar respeto y, sobre todo, a que tratemos al prójimo como si fuéramos nosotros o mínimo parientes, eso precisamente es lo que le llevó Artabán, no al Hijo del Hombre, no al bebé en un pesebre, sino al mundo, el ejemplo de cómo debemos ser, no son los regalos hermosos, no son las bebidas y las comidas sabrosas, es el compartir, el dar, el amar al prójimo, sin importar el tiempo en que llegue, eso es lo que Artabán nos enseñó, eso es lo que más importa y por eso Dios lo bendijo con la vida eterna.

Su nombre ha sido olvidado, tal vez, muchos no saben que fue el cuarto rey mago, pero lo que él dio, fue el mayor de los regalos, no un regalo válido para esta tierra y vida, sino para toda la eternidad. Seamos este año que viene más como Artabán, demos esos regalos que él dio, el amor al prójimo, ayudar al que podamos y el temor a Dios. Que sea este año que viene, no solo de incienso y mirra para compartir, sino también de sonrisas y amor.

Jesús Pavón

 

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