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domingo, octubre 6, 2024

Reflexión sin acción es una forma de procrastinación

Era un comprador de libros compulsivo. Cuando uno descubre que la lectura es una fuente de ayuda en áreas que necesita desarrollar, se vuelve casi una adicción.

Al punto que tenemos sala de espera para libros. ¿Le ha pasado? Tiene dos todavía sin leer y se pide dos más. Adam Grant, un influyente psicólogo organizacional, escribía en su página que el octavo hábito, de los siete hábitos altamente efectivos de Stephen Covey, era ir y poner en práctica los siete hábitos anteriores.

Y dibujaba un esquema sencillo: podemos pasar la vida absorbiendo conocimiento, sin ponerlo en práctica. Me recordó mucho a las ahora carreras universitarias, postgrados, doctorados que en lo absoluto digo que están mal, pero se debe complementar siempre con la práctica.

Dicho sea de paso, hace un tiempo estuve en una graduación de una universidad. El conferencista de honor era un conocido empresario que, como siempre, impartió palabras de sabiduría a los graduandos.

Y dijo algo que me llamó mucho la atención: “En especial quiero rendir mi aplauso a los que han logrado graduarse, teniendo un trabajo”.

Me pareció curioso la manera en que luego fue detallando el porqué de ello, haciendo ver que el sacrificio, las horas de desvelo, bajo la responsabilidad de trabajar y estudiar no tenían precio, pero sí una gran recompensa.

Volviendo al esquema de Adam Grant, mostraba que lo correcto era adquirir conocimiento, desafiarse a ponerlo en práctica, dándose la oportunidad de fallar cuantas veces sea necesario, y al convertir ese conocimiento en destreza, seguir cultivando nuevos  aprendizajes.

Me pareció sumamente sensato, porque remató con la frase que utilicé de titular: Reflexión sin acción es una forma de procrastinación.

Es correcto que debemos ser aprendices empedernidos, permanentes y dedicados, pero también ese conocimiento se nos debe volver sabiduría en la práctica. Un amigo mío me contaba que en la escuela de negocios donde recién se graduó, les planteaban casos, como exámenes a resolver. Esa es la idea, me decía, que aprendiéramos a tomar decisiones en la vida. Y eso es lo que la práctica nos da.

Durante la pasada pandemia, algo que en verdad anhelé es haber podido tomar decisiones más rápidas. Hubo algunos casos en cuanto a recursos y personal que dudé y eso me llevó a tomar acciones tardías, pero acciones, al fin y al cabo.

¡Qué importante es alguien que sepa decidir! Que tome acciones, y que, ante la crisis, pueda discernir qué conviene y qué no. Créame que, en un equipo de alto rendimiento, no esperará que su líder les dé un discurso sobre la crisis que está ocurriendo y que muestre las causas que llevó a ello.

Quieren alguien que tome decisiones. Como decimos en nuestro país: “Que resuelva”. Y podemos pasar dándole vueltas a muchas cosas sin despegar nunca. La vida, los negocios, la familia, todo a nuestro alrededor siempre será producto de las decisiones que tomamos. Y si usted quiere tomar las mejores, busque mentores.

Pero no pase toda una vida en cursos virtuales, detrás de libros, y sacando cuanto curso necesite, sin agregarle la sazón de la práctica. Hay cosas en las que uno nunca estará preparado, hasta que las intenta. Asumo que de este concepto es que viene el dicho de que gallo viejo con el ala mata. Es decir, sin esforzarse, pues sabe lo que se debe hacer.

Me quedo con el esquema que presenta el Sr. Grant. Leo, aprendo, practico, fallo y afino. El no hacerlo no es otra cosa que retrasar el éxito. ¡Atrévase a fallar y corregir! Es la vía al éxito.

Enrique Zaldivar
Enrique Zaldivar
2050 Comunicaciones
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