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domingo, mayo 5, 2024

Procrastinar no es un mal hábito, es una enfermedad

Gordon Gekko, el personaje más importante en la película Wall Street 2: El dinero nunca duerme, en una de las últimas escenas, se acerca a su hija y su novio (Carey Mulligan y Shia LaBeouf), después de haberle birlado a su primogénita 20 millones de dólares, y con sincero arrepentimiento, pero con la frialdad de todo corredor de bolsa despiadado, le comenta que ya le depositó esa bicoca de regreso en su cuenta bancaria. Sin pedir disculpas solo le dice (parafraseando): “Los seres humanos somos complicados”. Y vaya que los somos.

La procrastinación, pensaba yo, no era otra cosa más que malos hábitos, pereza, haraganería, falta de organización, indisciplina e irresponsabilidad.

Al procrastinador siempre se le ha embadurnado con las etiquetas de güevón, la riata, que esto, que lo otro, pero hasta no hace mucho, me enteré que no es tan sencilla la cosa (los humanos no solo somos complicados, también somos muy complejos).

He estado leyendo, por pura casualidad, algunas cosas relacionadas a ese problema, y en un buen principio se debe a traumas sufridos en la vida que han degenerado en miedos, inseguridades también ansiedad, incluso un tantito de depresión.

El problema no sería problema (al estilo de Ricardo Arjona que se nos retira de la música) si no tuviera consecuencias tan terribles en la persona humana, sobre todo en una de las áreas más importantes de su vida: la productividad. El trabajo, el estudio, las tareas, los deberes, los proyectos se ven aplazados una y otra vez por esta terrible enfermedad y, por lo tanto, no se dan resultados para obtener beneficios. Y aunque el resultado final se entregue, incluso de manera satisfactoria, el peso del estrés es demasiado, afecta los nervios, las relaciones sociales y familiares. Quien la sufre se sumerge en una burbuja, les quita tiempo a otras actividades importantes y anda furioso con todo y contra todo, sea un ser vivo o un objeto.

Es muy característico de las personas que sufren de procrastinación que dejen las cosas para el último momento y, en todo el tiempo que pudieron haber dedicado a ir completando por etapas, una a una, las tareas encomendadas, se dedican a perder el tiempo, ni siquiera a hacer otras cosas productivas.

Se autosugestionan de que “todavía hay tiempo”, o dándose mentirillas como, por ejemplo, “no es nada del otro mundo, yo puedo, es fácil”, y sin duda “eso lo hago rápido”, pero cuando ya no hay más tiempo o tienen el asunto respirándoles sobre la nuca, se dan cuenta que no era tan fácil, que no saldría de eso tan rápido, y lo peor, que se necesitan recursos que costará obtenerlos en pocos días u horas que faltan para la terminación del plazo fatal.

Es terrible, el cuerpo se llena de toxinas de tanta presión y, generalmente, este tipo de situaciones extremas van acompañadas de paliativos como tomar medicamentos, drogarse, alcoholizarse, comer en exceso para producir la sensación de bienestar que tanto necesita el cuerpo y la mente.

Y no faltan los comentarios de amigos y familiares, sobre todo de los interesados directamente de que lo encomendado llegue a final feliz como los jefes y clientes, que lo estresan aún más.

Este padecimiento necesita, en primer lugar, de ser reconocido y aceptado por quien lo padece, sin tapujos y sin medias tintas, sincerarse totalmente consigo mismo. Como dicen los AA, el primer paso es reconocer que se es alcohólico, así pues, déjenmelo repetir, el primer paso es reconocer no que se es desorganizado o solo un haragán, sino que se tiene un problema mental serio que le afecta en varias formas, todas ellas relevantes.

Seguidamente, identificar los efectos perniciosos en la vida de la persona que la sufre, que ya se han mencionado: pérdida de tiempo, estrés, desesperación, falta de tiempo para la familia u otras ocupaciones importantes en la vida; afectación al sistema nervioso, cambio de ánimo, etc.

Después, reconocido todo eso, buscar ayuda profesional de un buen psicólogo o psicóloga, o al menos empaparse de buena literatura al respecto de cómo organizar el tiempo, y ser cumplidor con lo que se aprenda y con las terapias recomendadas.

El problema serio es que pasa el tiempo, se llega a una avanzada edad y cuando se mira hacia atrás, se da cuenta de todos los sueños que quedaron botados en el camino, de todos los planes y proyectos, por no haber sido capaz de entender que no solo era una falta de actitud, que no solo era un mal hábito, sino un problema mental muy serio.

No quiero decir, con todo lo anterior, que no haya gente que sí es sinvergüenza, haragana, desinteresada, acomodada, que no le importa hacer lo que se le ordena, o sea, gente improductiva e inútil, porque sin duda alguna, de que las hay… las hay, pero con eso de dejar siempre las cosas para después, con eso hay que tener mucho cuidado.

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