Los historiadores creen que el jabón se inventó hace, al menos, 4000 años, un excelente quita grasa. En muchas tablillas de ese entonces, donde se dice que se puede obtener jabón a partir de potasio, resinas, sal y, por supuesto, aceite.
No todo el mundo sabe que el jabón es, en gran medida, grasa. Esa sustancia capaz de eliminar las grasas allí donde estén es otra grasa y eso puede confundirnos.
¿Por qué no podemos limpiar el aceite con agua? El agua es un gran disolvente, de hecho, los químicos le llaman “el disolvente universal”.
Lo lógico, al menos en nuestro ideario popular, es que puede deshacerse de cualquier película de grasa.
Usar jabón es algo así como combatir al fuego con fuego… y resulta bien.
Por suerte, la ciencia tiene muy claro cómo funcionan los jabones. No hay magia, no hay cuestiones esotéricas.
Sino más bien, hay química y una palabra un tanto extraña: anfipático. Ella es la clave que explica el poder de los jabones.
Aunque, para comprenderlo, tenemos que empezar un poco antes, explicando la diferencia entre los disolventes polares y los apolares.
Ya que estos, no todos son iguales y cada uno tiene una utilidad.
Lo mejor de ambos mundos
Las moléculas de jabón tienen una propiedad muy interesante. Uno de sus extremos se ve atraída por el agua y, el otro se siente repelida por ella.
Eso significa que el jabón es soluble tanto en agua como en aceite.
Lo único que tienen que hacer las moléculas es disponerse de tal modo que la parte que siente atracción por el agua quede orientada hacia ella y se envuelvan en una especie de esfera.
De esta manera, escondiendo en su interior las partes hidrofóbicas (que así se conoce a las que no se mezclan con el agua). Eso es lo que implica ser anfipático.
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Por lo tanto, cuando ponemos jabón en nuestras manos llenas de grasa, estas moléculas anfipáticas se disponen como una manta de pelo sobre el aceite.
Colocando el extremo hidrofóbico pegado al aceite y el hidrofílico pegado al agua.
Cuando llega el agua, ahora sí es capaz de arrastrar algunas moléculas de jabón a las cuales está pegada parte de la grasa.
Así, poco a poco, tal vez con varios enjabonados, logramos retirar todo el aceite.