En la vida, uno tiene que aprender a ser pensante; a ponerle seso a las cosas que
escuchamos o leemos, que aseguran ser buenas o malas, morales o inmorales,
bellas o feas.
Todo debe ser puesto en la balanza de las suspicacias para no cometer errores o hacer el ridículo frente a los demás, repitiendo como los loros, frases prefabricadas, argumentos grisáceos o mentiras bien elaboradas que pululan en las redes sociales.
Eso no significa que todo lo que leamos, veamos o escuchemos sean falacias o irrealidades.
No. Ayn Rand denominaba “primarias irreductibles” a las verdades que no pueden ser destruidas con argumentos contrarios; que guardan una correspondencia con la realidad evidente, por ejemplo, el derecho a la vida o la libertad de expresión.
No existen diferentes tipos de rosas; solo hay colores variados de pétalos. El nombre científico es el mismo en todos lados: Rosa chinensis.
Frases como, “La educación debe ser gratuita” o “El Estado debe proveer servicios subsidiados” tienen que ser sometidas al riguroso escrutinio mental antes de ser repetidas sin inspección profunda.
Nada es gratis en la vida; alguien tiene que pagar por esos servicios denominados “gratuitos”. Recordemos: el Estado no regala nada, solo transfiere recursos que
otros producen.
Veamos otro caso. Todo el mundo piensa que el expresidente uruguayo “Pepe” Mujica debería ser un ejemplo moral para cualquier político, pero nadie detalla si en lo personal o
en el manejo de la política económica.
Si uno escarba los antecedentes del personaje, se encontrará con que en su pasado fue un guerrillero acusado de robo y homicidio.
Si se analiza su gestión económica, nos encontraremos con el típico modelo keynesiano de aumentar el gasto para “ayudar” a los pobres, una medida típicamente socialdemócrata, aparentemente humanitaria, pero que, financieramente
hablando, tiene un costo muy elevado.
¿Quién paga esos costos? Su gran mérito fue el de no asfixiar la iniciativa privada; al contrario: la incentivó con medidas fiscales consensuadas, generando un crecimiento económico del casi 6 % anual.
Ahí radica su capacidad de liderazgo; pero la gente prefiere resaltar el lado mítico; la figura del ermitaño frugal, porque resulta más fácil de ponderar que opinar sobre una teoría económica.
Las masas tienden a aceptar sin razonamientos lo que les cuentan individuos o grupos organizados; por flojera mental que otra cosa; aunque los psicólogos sociales aducen que las personas adoptan posiciones que las mayorías manejan como verdades absolutas, por necesidad de pertenencia a un grupo y por miedo al rechazo a causa del disenso.
Es lo que se conoce como la teoría del “efecto arrastre”. Las verdades absolutas – dogmas, consignas- que grupos de interés, gobiernos, ideologías o creencias religiosas absolutizan, divinizan o las elevan a categorías incuestionables, inhiben la voluntad de abordar los problemas esenciales de la sociedad, legitimando, de esta manera, la entronización de los execrables totalitarismos.
En “El pensamiento cautivo”, Czeslaw Milosz introduce el concepto de “Ketman”, para referirse a los ciudadanos que, en los estados totalitarios comunistas preferían guardar
silencio o alinearse con la mentira oficial, antes que enfrentarse al poder.
Por miedo, desde luego. Esa es la razón por la cual siempre debemos olfatear la información que nos llega de primera, antes de aceptarla sin cuestionamientos.
Para descubrir la verdad y para evitar ser controlados