Redacción. María Magdalena fue la mujer que estuvo siempre al lado de Jesucristo antes, durante, y después de la Crucifixión. Fue además la primera persona en tener el privilegio de verle tras la Resurrección y quién dio la buena nueva al resto de los apóstoles.
En los Evangelios aparecen tres mujeres cercanas a Jesús, además de María, Su madre: María de Betania, su hermana Marta (ambas eran hermanas de Lázaro) y María Magdalena. En el pasado ha ocurrido que estas tres figuras femeninas se confundían, se superponían, y que se atribuían las características de una a la otra, muchas veces con una interpretación completamente errónea.
María de Magdala, la mujer más citada en los evangelios
Y una de las figuras femeninas más relevantes es también poco conocida, o poco estudiada, debido en parte a su identificación errónea con otras mujeres de los evangelios canónicos como son las referencias a la pecadora del Evangelio de Lucas, de quien se dice únicamente que “era pecadora y que amó mucho”, y otra referencia ya claramente a María Magdalena a la que “habían salido siete demonios”.
Aunque la tradición popular ha querido durante siglos atribuirle una profesión deshonrosa, de la que luego se liberaría para redimirse y seguir a Jesús, estudios más recientes han concluido que María Magdalena no era una prostituta. Esta creencia es el resultado de varios malentendidos que se han ido arrastrando a lo largo del tiempo, hasta el punto de dar una visión distorsionada de esta figura. Por un lado, la historia de los “siete demonios” que Jesús habría sacado de María Magdalena, por otro lado, su errónea identificación con la pecadora anónima que lavó los pies de Jesús con lágrimas y aceite perfumado en casa del notable Fariseo y los secó con su cabello.
El texto de Felipe resaltó que Magdalena era llamada “la compañera” de Jesús e incluso existe un fragmento en el que asegura que el profeta era más cariñoso con ella, lo cual era recibido con negativas por parte de sus seguidores.
El Evangelio según María, presenta a Magdalena como la seguidora más importante de Cristo, aún más que sus discípulos, y de hecho sirve como un retrato de la relevancia de las mujeres en la época en que vivió el profeta. Se especula que, aunque deseó que los hombres las trataran como seres similares, sus seguidores se negaron a aceptar esa enseñanza y continuaron ignorándolas, viéndolas sólo como sirvientas y creando así las bases de la Iglesia.
Asimismo, el texto concuerda con el de Felipe, ya que presenta distintas discusiones en las que los apóstoles cuestionaban la elección de Jesús. Esto pudo haber provocado que la mujer fuera señalada como una prostituta; para reducirle importancia y para mostrar al hijo de Dios como un ser puro que nunca tuvo compañía carnal.
No fue hasta el siglo XX cuando asistimos al reconocimiento de su figura. Fue el papa Pablo VI quién en 1969 retiró a María Magdalena el apelativo de «penitente» borrando toda referencia de prostituta arrepentida, mientras Juan Pablo II se refirió a ella en su carta Mulieris Dignitatem de 1988 como la “apóstol de los apóstoles”, destacando que en “la prueba más difícil de fe y fidelidad” de los cristianos, la Crucifixión, “las mujeres demostraron ser más fuertes que los apóstoles”.
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El mito de María se ha hecho más interesante, ya que el público especula que Jesucristo tomó una esposa, lo cual sólo complacería la curiosidad humana que tenemos por la vida de este personaje tan místico. La figura de María Magdalena revela la visión temerosa de la Iglesia desde sus raíces y de cómo se encargaron de eliminar la relevancia de las mujeres debido a sus creencias influenciadas por el Antiguo Testamento.