34.5 C
Honduras
sábado, mayo 18, 2024

“Me la fumé verde”

Mientras, desde las 6:00 de la mañana del martes, hace dos días, esperaba ser atendido en la consulta externa del Seguro Social, silente observaba a centenares de personas con sus males y quejas a cuestas; unos más serios que otros, casi todos callados y algunos muy locuaces, quizás huérfanos de conversación, compañía o atención de sus familiares y, por ende, enzarzándose en amenas tertulias con desconocidos.

Había uno que otro viajero astral, casi loco, otros talvez se reprimían, y en ese mar de pacientes incontinentes destacaba uno con mirada perdida, pero que a su cara embobada le hacía compañía una risa de tarado frecuente.

“Ese es anormal”, diagnosticó en la fila y mientras se persignaba la vecina platicadora y criticona, pitonisa y agorera de males ajenos y olvidadiza de los propios.
“No, es demente”, precisó delante de mí otro chamán repentino o curandero frustrado en el control del tiempo y descuidado en curar sus penurias de salud; otro, al lado, con cara de arriero sin nada que arriar y confirmado metiche, chismoso e interventor en las vidas ajenas determinó lacónico, con aire doctoral y pinta de galeno empírico llegado con la plebe enferma, que aquel paciente venido de Saturno se la había “fumado verde”.
Aunque a primer oído no me sorprendió semejante diagnóstico a primera vista o a “ojo de buen cubero”, indagué sobre qué implica la frase “se la fuma verde” siempre asociada a loquear o andar “tatareto”, y me encontré el Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española que señala: “Fumársela verde. Actuar de forma rara o alocada como si se hubiera fumado marihuana”.

Loco que también soy, pero que no se la fuma ni madura ni verde, reparé que, si bien la gente es injusta en calificar a los demás, también es cierto que en este país se aspira y expele mucha mariguana y son menos los niños alimentados con leche, y por eso hay tantos desmanes y desmadres, demasiada corrupción por ese negocio y mucho crimen y luto por el consumo de cannabis.

Filosofé que para estar en estado astral o prófugo de la realidad no se necesita estar drogado o manifestar alguna reacción por algún fármaco, y otra vez, viendo a tanto paciente, tras tres días en busca de una consulta, refrendé el viejo adagio: “De músico, poeta y de loco, todos tenemos un poco”.

Así, hubo suficiente tiempo de solaz observación en aquel consultorio de enfermos crónicos y orates inusuales, y el ejercicio de ver a detalle acabó hasta que se redujo la masiva demanda cotidiana de atención médica y cuando la gracia divina del semidiós burócrata posibilitó que un internista pedante me atendiera hasta las 5:00 de la tarde.
Tuve así suficientes horas para esta elucubración semanal, y sin ánimos de cuadrar nada y menos los eternos círculos vicioso que nos asfixian, tras ese vuelo en mis reflexiones aterricé en que la mayoría de mis sueños han sido despierto y los ocasionales desvaríos se han venido mientras duermo.

Uno de esos pasó este lunes, desperté riéndome de la tontera o babosada que soñé, y olvidadizo que soy me prometí escribirlo para que lo fugaz de lo soñado no se borrara pronto de mi memoria.

Y es que el registro en mi cerebro aún da cuenta que Tom Cruise, el famoso actor, no podía ser otro, estaba en Tegucigalpa filmando una película en la que hacía de Judas Iscariote, pero bonito, diría una prima pizpireta madre de once y fan del histrión gringo.
Aún sentado en la cama, agradecí estar solo pues ausente la dueña de mis afectos, casi perdida en la selva Lacandona en sus pesquisas de consultora, siempre buscando, no a Nemo sino al subcomandante Marcos, también protagonista en la rebelión zapatista de 1994, pensé: si le llegó a contar este sueño cinéfilo o me putea o quizás me deja acusándome de mariguanero, quijote de absurdos imposibles y soñador de pendejadas.
Pero, fue verdad y posible, bueno, al menos en mi sueño, ahí el protagónico de tantos éxitos de taquilla no sólo estaba filmando en los cerros de la capital, también vivía en uno próximo al parque “La Concordia”, en una caverna en la cual tenía un hijo blanco como la sal y dulce de carácter, siempre en calzoncillos, como de piel de leopardo pues se creía Tarzán, de nacionalidad incierta pero con rasgos del folclor local.
En mi delirio, ese hijo de Tom Cruise se llamaba Mark, pero su papá, con la afectividad y empatía ausente en los capitalinos, cariñosamente le decía Marquitos… en inglés claro, que en hondureño vendría sonando como “Marrcutios”.

Para la filmación de aquello, que, por los problemas de grabación parecía una misión imposible, coincidentemente todos los extras indios de aquel folclórico rodaje, al igual que Tom, tenían nombres o apellidos extranjeros, así, en ese elenco de actores sin debuts y sin estrenos, destacaban Stephen Sarmiento, Justin Maradiaga, Britney Martínez López, Luigi Alcántara, José María Smith y Tiffany Arcadia Arrechavala, y una seguidilla de especímenes teatrales que, hacía parecer aquella inusual grabación una Torre de Babel o Arca de Noé de los extranjerismos.

En aquel vívido “pestañazo’ nocturno, todo se arruinó y acabó de presto cuando en medio del set de filmación, cerca del mercado “San Miguel”, un actor en plena grabación se olvidó que estaba trabajando y en su realidad rupestre sin ningún empacho le dijo a Tom Cruise: “hey, don Tomás Cruz plis ‘chinéeme” al niño para que you le firme la camisa…”
…Y eso encabronó tanto al ganador de muchos premios de cine y nominado tres veces al Oscar, que iracundo ni volvió a ver al cipote del chineo, tiró cámaras por doquier y se fue del país musitando “shit, shit, shit… bitch”, olvidando incluso a Mark, Marquitos o Marrcutios.

De ese disparate resultado de mi somnolencia, por lo inusual y divertido no hubiese querido despertarme nunca, porque si bien lo viví dormido con una sonrisa, lo disfruté despierto.
Juro que es cierto, lo soñé, y seguro de la incredulidad de mis cercanos, esa fantasía loca se la conté más tarde a mi compañera de trabajo, Mirna quien, muy seria, casi enojada, me miró escrutadora y luego rompió en carcajadas, casi en llanto, solo para decirme “lic., usted se la fumó verde”.

Con la formalidad y el rigor que el caso amerita solo atiné a responderle: “¿sabe?, no me molestó que la película no se terminara de filmar, me enojó más que me desperté por la útil pero siempre incómoda alarma de las 5:00, si solo hubiera dormido hasta las 6:00 a lo mejor y terminaba filmando otra de ‘Misión Imposible’ como antagónico de mi amigo Tom”.

- Publicidad -spot_img

Más en Opinión: