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viernes, mayo 3, 2024

MATALASCALLANDO: El teatro de los absurdos

“Para un espíritu absurdo, la razón es vana… y no hay nada más allá de la razón”. El mito de Sísifo (1942), Albert Camus.

Ing. Carlos Mata
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Del existencialismo y de lo absurdo de Camus o de Sartre, los cuales se han de estar revolcando en sus tumbas, por aquello de lo ilógico de las decisiones de los supremos jueces de esta comarca con forma de rombo, la justicia aquí perdió su rumbo. Vaya usted a darse cuenta de las cosas que suceden, un penco que tira piedras, amenaza a mujeres, quema llantas, hace actos vandálicos y escandaliza a plena luz del día –de noche no se sabe, a esa hora todos los gatos son pardos- y de premio le devuelven la investidura regresándolo a la carpa del circo de tercera categoría (parafraseando a “Pajarito”).

Ah, pero antes se rasgaban las vestiduras y no eran más que acciones falsas, vodevil barato para arrear el mosquero de las hordas, para encaramarlos en motocicletas para meter miedo, para ajusticiar al librepensador y al reclamante de derechos. Aparte se nombran a ineptos mentirositos para decirle a los muchachos que ya se les pagó, pero la otra versión es que neles. Y ¿qué hace el nene?, sencillo, echa vitriolo y hiel a los periodistas hasta por la falta de medicinas en los hospitales públicos, que fácil e irresponsable, pero ese es el turno, es el acto de los payasos de ese circo.

Si quiere pasar adelante al teatro de los absurdos, aténgase a las consecuencias, aquí no existe la lógica, la semántica toma cualquier rumbo, igual que esos cohetillos “cachiflines”, allí el concepto de libertad es el encierro tras rejas en las casas del vecindario donde apenas se puede asomar la nariz so pena de recibir un coscorrón o bofetada –por lo menos- en el intento y con portones de gran envergadura cerrando el paso de buenos y malos por esas calles de Dios y del diablo. Lo más grave es que los aplausos de la chusma siempre son atronadores, y más cada cuatro años cuando se proclama al nuevo “ganador”. El vulgo no halla qué hacer para deshacerse en hinojos. Escriben poemas, pintan cuadros con el retrato del recién llegado, y hasta corridos les componen.

Y es que el lumpen no entiende que esos aplausos son como el botón que acciona la guillotina, descabezando los sueños de ellos mismos y días después les obligan a comer salteado en el mejor de los casos, o simplemente se ponen a dieta, pero obligada. Ajá, pero no se nos olvida lo prolijos que son para crear leyes para perdonar a los felones, a los que piensan que, si se pudiera, le pondrían ruedas al país para llevárselo a su casa. Se inventan cada argumento, cada pencada, queriendo justificar las porquerías que hacen, y aparecen como si fueran próceres, con sonrisas sardónicas que no son más que de burla al hambre, luto y dolor de los que llenan las lunetas y graderías.

Bien decía el insigne doctor paceño: “’Tamos jodidos todos ustedes”.

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