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jueves, mayo 16, 2024

Los Toltecas y Quetzalcóatl: El Dios Cristo de Mesoamérica

Hace miles de años, en el sur de México, los Toltecas eran conocidos como “mujeres y hombres de conocimiento”, científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y preservar el conocimiento espiritual, y las prácticas heredadas de sus antepasados.

Hay que señalar, además, que los Toltecas fueron depositarios de un “grado de conocimiento” al que se llegaba a través de escuelas selectas que estaban en la cúspide del Anáhuac. Las civilizaciones del área fueron la suma de muchas y diversas naciones unidas por elementos en común: maíz, medio ambiente, matemáticas, astronomía, gastronomía, filosofía, religión y educación obligatoria y gratuita, durante tres mil años, tal como señala Guillermo Marín Ruiz en su libro Pedagogía Tolteca.

En el año 895, en la ciudad de Tula o Tolán, hoy Estado de Hidalgo, nacería el rey más importante de los toltecas: Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl (Uno Caña Nuestro Señor Serpiente de Plumas Preciosas), hijo de Mixcóatl. Es el rey tolteca de mayor importancia para la cultura mesoamericana por su legado religioso filosófico. De este personaje se sabe que fue concebido cuando su madre se tragó una piedra de jade; estudió para sacerdote consagrando su vida al dios Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, antiguo dios de Teotihuacán, protector de la cultura y la civilización. Cuando Topiltzin accede al trono de la ciudad de Tolán lo hará bajo el nombre de Quetzalcóatl quien representa la sabiduría y la búsqueda del más allá, como lo explica el Dr. Miguel León Portilla en su libro “Interpretación del Mito”. Su biografía se conserva en los Anales de Cuauhtitlán, y en Los Informantes, de Bernardino de Sahagún, entre otros. Entonces, ¿se trata de un rey o de un dios?

Quetzalcóatl convertiría la capital Tolteca de Tolán en la “gran ciudad”, donde se enseñarían las artes civilizadas, se practicaría el celibato y se eliminarían los sacrificios humanos. Allí tenía su casa de ayuno, penitencia y oración, y era donde se retiraba a meditar. El conocimiento religioso trasmitido por Topiltzin estaba respaldado por esta “cultura madre” que durante tres milenios intentó responder a las preguntas “¿quién soy?”, “¿de donde vengo?” y ¿adónde voy? Es decir, buscaba explicar el sentido de la vida a través de la Toltecayotl, que es el “conjunto más elevado del conocimiento y sabiduría tolteca”. Con la religión se pretendía la trascendencia espiritual de la existencia a partir del equilibrio de los cuatro rumbos de la vida: espíritu, materia, razón e intuición, los cuales, icónicamente, se ven reflejados en la “cruz de Quetzalcóatl”.

La transmisión de este conocimiento se realizaba en la “Casa de la Medida” o Calmécac (especie de monasterio), llevada a cabo por los sacerdotes y seguidores de Quetzalcóatl, quienes eran instruidos en el concepto de Equilibrio, el cual era la base y sustento de todo, y raíz de su pensamiento filosófico. Según la enseñanza, se llega al equilibrio a través de la medida.

El Calmécac estaba consagrado a Quetzalcóatl que, filosóficamente, es la encarnación del equilibrio entre el espíritu (el quetzal), y la materia (coatl, la serpiente). Históricamente era considerado el símbolo de la educación y la sabiduría. Quetzalcóatl enseñó a los hombres las artes y las ciencias, y era la representación de la “perfección humana”.

El Tlamachititlani (maestro en náhuatl), dentro del Calmécac, tenía la función de formar “corazones propios y rostros verdaderos”, enfocado en la educación en valores para la comunidad y en la práctica de estos, relacionados con la disciplina, la responsabilidad, el respeto, la honradez, el desarrollo espiritual, la solidaridad y la capacidad de trabajar en equipo. El conocimiento se transmitía para el desarrollo de las prácticas cotidianas de la vida, ya fuera en la milpa, en el taller de cerámica o en el mantenimiento de edificios. Se partía del principio que el conocimiento sin sabiduría era nocivo para el individuo y la comunidad.

Los Toltecas buscaban, a través de sus enseñanzas, perfeccionar la sociedad a cada momento: cómo vivir, cómo tratar a las personas, respetar, entregarse a lo recto, y a huir de la perversión. Desde un punto de vista metafísico, Quetzalcóatl representa “el punto de equilibrio deseado por el ser humano”; el quetzal simboliza las alturas a las que debe llegar el espíritu; el coatl, la tierra, el animal que se arrastra en ella pero que debe elevarse al cielo; ambos en equilibrio. No son los conocimientos los que llevan al equilibrio, sino los valores aplicados con sabiduría en el día a día.

Para los toltecas, la educación era el arte de “dar sabiduría a rostros ajenos”. La religión, la formación de las personas y la vida en sociedad estaban indisolublemente unidas; eran el todo para el progreso de la colectividad. El aspecto religioso fue el eje rector de la educación y de todas las actividades sociales en el Anáhuac, todo estaba ligado al sentido divino y sagrado del mundo, y la vida. Los estudiantes anahuacas nacían y se educaban en un mundo religioso y espiritual que nada tiene que ver con lo que entendemos hoy por religión.

Como deidad, Quetzalcóatl creó al mundo y a la humanidad; y como hombre, gobernó Tula con gran sabiduría, hasta que tuvo que partir de este mundo al de los muertos, del cual resucitó para emprender su partida al cielo.

Posteriormente hablaremos del evangelio de la serpiente emplumada, dónde predicó y qué fue lo que predicó Quetzalcóatl Dios, cristo mesoamericano.

José R. Reyes Ávila
Abogado

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