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sábado, abril 27, 2024

Los detestables

Deleznable, ruin, despreciable, vil e indigno, entre otros, son algunos de los muchos calificativos para reprochar la conducta deshonrosa y deplorable de quienes, motivados más por interés o simpatías de dudoso rédito, traicionan los anhelos más caros y esperanzas de quienes depositaron su confianza en ellos.

Tal acto o decisión, nada decente y ciertamente muy cuestionada, se produce mayormente en miembros de organizaciones partidarias o instituciones políticas en las que, como zánganos, se incrustan personas de honorabilidad dudosa y por ello muy reputados, en quienes las convicciones no existen, y si las hubo, resultaron basura.

En ellos, menos habita la certeza del actuar correcto o el sentido ético de la actividad política y tampoco el pregonado compromiso de los electos o “las bases” que dicen representar con acendrado amor.

Se han visto en todos los partidos, los nuevos y los viejos, de todos los colores, en unos más y en otros menos. Asquean.

Como tránsfugas los conceptúan diversos diccionarios en relación con “la denominación atribuida en la política a aquellos representantes que, traicionando a sus compañeros de lista o de grupo, manteniendo estos últimos su lealtad con la formación política que los presentó en las correspondientes elecciones, o apartándose individualmente o en grupo del criterio fijado por los órganos competentes de las formaciones políticas que los han presentado, o habiendo sido expulsados de éstas, pactan con otras fuerzas para cambiar o mantener la mayoría gobernante, o para dar la mayoría a un grupo que no la tiene, o bien dificultan o hacen imposible a dicha mayoría el gobierno de la entidad”.

Eso es lo que ha ocurrido recientemente con diputados mayormente liberales, igualmente alcaldes, y minoritariamente del Partido Salvador de Honduras con dos parlamentarios, un nacionalista, e igual uno anticorrupción y otro demócrata cristiano plegados al círculo de poder.

Precisamente, en el partido de la bandera rojo blanco y rojo, es donde últimamente se han visto las actitudes más rebeldes de diputados que, en sus poses de vedetes y veleidosos con el poder, renegaron de la minuta partidaria y despreciaron la confianza que a través del voto les entregó el elector.

Mapaches, les dicen unos, entre ellos el ex secretario del Comité Central Ejecutivo del Partido Liberal, Octavio Pineda, e hijo del ex presidencial Rafael Pineda Ponce, que muy probablemente se revolverá en su tumba al ver lo que ocurre en el partido que fundara Policarpo Bonilla.

Con ese adjetivo animal aluden al omnívoro depredador de todo lo disponible, refiriéndose al politiquero que, como pollo tierno, llegó a conveniencia personal desde otro gallinero de donde lo sacó la voracidad de los gavilanes tradicionales.

Si bien estos apóstoles del transfuguismo rechazan finalmente la línea partidaria o dictados institucionales, infelizmente y como para darle certeza a su carencia de ética y coherencia política, no renuncian a las canonjías y privilegios que dan los cargos de elección o los puestos que se asumen con la transa de las “convicciones”.

Esa ‘deslealtad’ política o transfuguismo no es nueva, ocurría menos cuando cachurecos y colorados se turnaban para hacer desmanes en el gobierno, pero es más con el aparecimiento de más partidos políticos, cuyos representantes en casi una evidencia de la ambición desbordada y desbocada elegidos con dudosa convicción para permanecer en el cargo terminan traicionando a quienes los votaron y se entregan a las albricias (gratificaciones) del poder.

Más allá del escrutinio o la vindicta pública (satisfacción del daño recibido) al que se someten esos tránsfugas en su embeleso con los administradores del erario y en desprecio de las consideraciones de sus correligionarios y dirigentes, poco pasa aquí en material legal con quienes terminan yendo en contra de la representación electoral con la cual han sido ungidos

Apenas en el transcurso de la presente semana, dos de cinco diputados resistentes a los dictados de su partido, finalmente fueron expulsados tras los demostrados coqueteos con los mandamases.

También, al margen de lo inescrupuloso que se muestran estos servidores públicos, lo también visible en ellos es su premeditación casi malévola porque saben que mienten, y su falta de coherencia, entendida como la coincidencia entre lo que se dice, se hace y se piensa.

Antes hubo y las habrá declaraciones solemnes de los cuestionados sobre el albedrío y el hecho de no ser borregos de nadie para actuar conforme a sus creencias y convicciones y con eso llegarán también lecciones de ética y moralidad y auto-atribuciones de conducta ejemplar, lo que evidentemente no sirve para nada cuando se pretende demostrar que se actúa de forma íntegra.

La conducta de los tránsfugas, por más argumentos que esgriman, no es inocente ni patriota porque los intereses de un partido son unos y otros los de sus representantes.

Ya lo decía Bruce Buena que en su “Manual del dictador” al señalar que, como todo en la vida, la política tiene que ver más con individuos, cada uno motivado a hacer lo que es bueno para ellos, no lo que es bueno para los demás.

Si bien en este tipo de situaciones los cuestionados esgrimen, y lo seguirá haciendo, el albedrío como su principal defensa, éste implica decidir lo que se quiere, en pensamiento y acción.

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche lo relacionaba con la búsqueda del poder, en el sentido de realizarse, es decir, lo que conocemos como auto superación.

Su homólogo, también coterráneo, Immanuel Kant, lapidario sentenció: “Vemos las cosas, no como son, sino como somos”.

Finalmente, otros sin filosofía y con saña, aseveran que solo existen tres insectos que andan o saltan de lado a lado: las pulgas de perro en perro, los piojos de cabeza en cabeza y los políticos de partido en partido. La coincidencia es que los tres especímenes chupan sangre.

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