A veces nos vemos en la situación de tener que hacer algunos cambios en nuestras vidas. Entonces nos planteamos qué es lo que más nos conviene, luego lo que realmente quisiéramos hacer. Es muy poco probable que ambos sean lo mismo; que lo que necesitamos hacer y lo que realmente queremos, sean lo mismo.
Aquí es donde nos entra la duda sobre aquello de “querer es poder”. Entendemos que no siempre es el caso, que necesitaríamos agregar un “depende” a esta frase.
No siempre querer va a ser poder. Existen demasiadas situaciones en las que corroboramos esto: No puedo regresar a mi pasado a enmendar mis errores, por más que quiera.
No puedo regresar a la gente que ya no está, por más quiera, por más que lo desee, no puedo obligar al otro a que se quede, si éste otro lo que quiere, es irse. Y así, podemos llenar este espacio de cosas que están fuera de nuestro control y nuestros deseos.
Y podríamos decir que a la larga nos acostumbramos o nos resignamos a que algunas cosas son como son y no como quisiéramos que fueran. En parte esto depende del grado de madurez de cada uno.
A lo que realmente es difícil adaptarse, es a situaciones que sabemos que sí podemos cambiar, que basta una sola decisión y una sola acción para hacerlo, y aún así no podemos, no nos decidimos porque no sabemos por dónde comenzar.
El panorama lo tenemos más o menos claro porque sabemos cuál es ese lugar al que queremos llegar, ese nivel que necesitamos alcanzar, también tenemos una idea de las herramientas que necesitaremos para ello.
Tenemos conocimiento de las personas que tendrán que intervenir para que esto suceda, los movimientos que habrá que hacer, las cosas a las que habrá que renunciar, las circunstancias a las que habrá que ajustarse, el cambio en los hábitos, aún en los más arraigados.
Pero todavía hay una sensación de sentirse perdido, que es una de las sensaciones más desagradables que se pueden experimentar.
En este caso es muy recomendable revisar una y otra vez ese panorama del que hablábamos, entender que existe una posibilidad de que las cosas no salgan como lo estamos planeando y prepararnos para esto, dejar un espacio para ese margen de error, ya saben; “esperar lo mejor, prepararse para lo peor”.
Luego nos equipamos con las herramientas que sabemos que vamos a ocupar para esta empresa, y con otras que también podrían sernos útiles, solo “por si acaso”.
Hablar claro, largo y tendido con la gente que nos va a asistir para que esto sea una realidad, no asumir, preguntar, despejar cualquier duda, tenerlo todo claro, hablado, entendido. Luego hacemos los movimientos necesarios, hacemos la paz con las renuncias requeridas, le decimos adiós a los hábitos que habrá que abandonar.
Sugiero darnos tiempo para el descanso, para el sueño que es tan importante para reponernos y aclarar nuestras ideas. Papel y lápiz para anotar todo lo que se nos venga a la mente, porque una idea no puesta sobre el papel, puede ser una idea perdida.
Y, nos aseguraremos de que esto que estamos por comenzar, lo haremos con toda la buena actitud, entusiasmo y pasión que somos capaces porque, o hacemos las cosas bien o mejor no las hacemos.