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viernes, mayo 3, 2024

La sopita de pescado seco

Sí, me dijo, viendo con algo de tristeza, más bien mirada de resignación y costumbre diría yo, como esos caballos mansos que ya se acostumbraron a jalar la carreta, aunque les duela. En Semana Santa, solo en casa, tal vez ver las procesiones y tal vez una sopita de pescado seco, pero hasta allí.

No hay billete compa, me dijo, como viendo unas vacaciones que nunca llegarían.

Yo sé que la Semana Santa es religiosa, eso lo sé, mi mamá siempre nos recordaba que el feriado era para estar cerca de Dios y recordar lo que pasó hace tiempo en aquella tierra lejana, pero, ¿sabe?, aquí, con tanto que trabajamos y nada que ganamos, unos días de relax nos caen bien.

Pero como está la cosa, todo caro, compa, todo por las nubes, solo nos toca ver los posters de guapos y guapas riéndose en la playa, porque lo que es Juan Pueblo no podría ni pagar el jalón a una isla. Solo fíjese que, si por algún milagro ajusta unos centavos, para viajar en familia es complicado. Si hace turismo interno, viajar al pueblo de uno pues, si hay buses, porque muchos se han ido por la extorsión, ya casi ni salen y si salen le subieron al pasaje, los hoteles ni se diga, como aquí todos quieren hacer clavos de oro, los precios se montan, incluida la comida, uno piensa que si sale nos quedamos sin comer la quincena que viene, bien sabe usted que ahorrar es una palabra que no conocemos, si vivimos a coyol partido, coyol comido. Si deja la casa sola, donde nosotros vivimos, capaz que al regresar ni el terreno encontramos, cabal como le pasó al compañero aquel, que se fue dos semanas al pueblo de la doña y cuando regresó encontró que ahora era casa loca, se me pone la piel chinita de imaginarme eso.

¿Viajar afuera?, me dijo con una carcajada, si a nosotros los pobres ni pasaporte nos quieren dar, peor una visa de los cheles, así que los aviones solo los vemos pasar por la casa. Aquí, compa, la Semana Santa se vive como siempre la hemos vivido, comiendo lo que siempre hemos comido y a veranear solo que en la pila. Tal vez aquellos señorones de la capital, que hasta un bono de pescado seco les dan, para que vayan donde quieran y coman hasta eructar mariscos y comida de platudo pues, pero nosotros tal vez ajustando una sopita de pescado y una que otra torreja, regalada mejor, me dijo sonriendo.

Sí compa, me confirmó, estamos más amolados, con el bendito gobierno popular, como que estamos más abajo los de abajo y más arriba los de arriba, que yo no sé de política, pero creo que no es así la papada, porque votamos para que fuera al revés o algo así, pero qué sé yo ¿vaa?

Sí, mire que, entre tanta desesperación, como que se va a lanzar una señora familiar del que acaban de topar, será, me dijo mi vieja, como si ella fuera la medicina al mal, pero así somos ¿vaa?, animalitos de mente corta, como dijo aquel señor, solo éramos lloretas cuando mandaba aquel otro, hicimos de todo para que quedaran los que están, que salieron algo chuecos, la verdad, y ahora solo somos lloretas para que venga la doña nueva, con las mismas ideas que quisimos quitar. Cabal compa, yo no entiendo la política, pero ni modo ¡así es esto!

Mejor haga como yo, compa, vaya a ver las procesiones y quédese en casa, que esté o no, siempre le cobrarán el agua como si tuviera la catarata de Pulhapanzak y la luz, como si tuviera el sol en la sala. Mejor disfrute en familia y guarde los pesitos que tenga, capaz que ajusta una sopita de pescado y su torrejita también ¿vaa?

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